TusTextos

Un Viejo y una Diabla

Ocurrió para ti o por causa tuya. Lo presenciaste apenas y apenas fuiste parte, quedó escrito en cordones de tu materia neurótica, vibrando y toquecitos dando en la piel de tu memoria creativa, de tu conciencia creadora. Concebiste un espacio visto desde arriba y quisiste apurar un personaje, un caballero, un viejo frágil. Olvidaste algunos detalles irrelevantes: la primera vez que imaginó tu viejo, cuándo el viejo se hizo viejo y la primera vez que despertó cansado. Tuviste entonces un viejo apurado, desprovisto de curiosidad, confusión y sueños que se estuvo paseando por tu espacio inventado, buscando un remedio para la edad que le pudría y le significaba ya dificultades indeseables. Concebiste un argumento, un motivo para el viejo. Te afanaste en adornarlo de erotismo y el erotismo lo redactaste con una mujer que secretamente era una diabla. Y traías en el recuerdo otra mujer que hubiste de repetir en homenaje, mientras sonreías, acaso por orgullo o por nostalgia, en la diabla mujer que habría de engañar al viejo con ternura calculada y con sus artes sensoriales. Su mirada era la danza de una ramera, su cintura una víbora y andaba siempre descalza. Coquétamente se agitaba en ropa que podías esfumar de un triste soplo. Era la misma diabla que escribías y desgastabas cuando estabas seguro que toda mujer era la misma diabla. Para ti o por causa tuya, prometió la diabla al viejo renovarle el alma y sanarle de edad los pies, las manos y la espalda. Artificios, engaños solamente. Una mentira, un asalto a la razón del viejo que ingenuamente hubo de entregar su alma: porque ya no podía perder más nada. Y la diabla, mira tú, la mujer que tú creaste por orgullo o por nostalgia, sonrió perversamente, contra tu designio creador y tu omnipotencia literaria, porque tú eras el viejo y tuya era el alma.
Abrahamsaucedocepeda18 de febrero de 2012

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