Tú, que voluntariamente o no, me has arrebatado la gravedad y me has convertido en un astronauta de andar por casa. Quiero que sepas que he tenido que perder mi vértigo para sobrevivir aquí arriba. Debes saber que flotar no es fácil, ya que se trata de una sensación completamente irreal, porque, por momentos, parece imposible tocar el suelo y ya ha empezado a darme igual los metros que me separan de una muerte segura.
Ese es tu mérito y mi anestesia. Ahora vivo entre estaciones de tren, aceras transitadas y edificios fijados al suelo y, sin embargo, todo me parecen nubes. Me gustaría que subieras aquí arriba y descubrieras por ti misma cómo se encogen las dificultades y cómo aceleran los días grises bajo tu mirada.
Me preocupa que, pese a sentirnos como astronautas, estemos más cerca de ser ilusos funambulistas y no nos demos cuenta de que lo que nos separa de la realidad es una fina cuerda sobre la que bailamos jugándonos algo más que la vergüenza.
Así que necesito una respuesta, un pellizco o un escalofrío. Quiero saber si todo esto es de verdad y si mañana me levantaré en esta misma nebulosa o si el despertador sonará de forma repentina y yo estaré sobre un colchón.
Y en caso de ser verdad, tengo otra petición. Si esto algún día muere, porque todo lo que existe está expuesto a los finales, no nos reprochemos la caída, porque creo que esto ya ha valido la pena. Yo te he imaginado acariciando mis canas, me he creído astronauta y tú sigues colándote en estos renglones sin permiso.
