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Morir, Del Verbo Vivir

El albor se cuela entre los párpados, esquivando toda inquietud, haciendo caso omiso a ese ceño fruncido. La vida no perturba su calendario, sigue dando caladas a esa muerte que no entiende de tratos, que se muestra puntual, puede fallar cuando apunta, pero no cuando dispara. El tequila derramado sobre la mesa, testigo de monólogos perdidos en el limbo, por hacer más ásperos los tragos y más borrosa la memoria. Mientras las paredes rezuman soledad, y los espejos delatan y escuchan por igual. La alegría mudándose a la avenida de la amargura y olvidando para colmo la esperanza en esa caja sin etiquetar. Las preguntas van y vienen como las puertas de un salón western, en cuya mesa de blackjack yacen la avaricia y la resignación, cogidas de la mano, una por pedir demasiado, y la otra por no tener suficiente, como ese amor que fue a doble o nada. Y el dolor ligando con las botellas, que sólo dejan cristales que pisar y emociones ebrias tambaleándose y rayando la miseria. Y el eco de las goteras, que fueron formándose por no tapar los agujeros a tiempo, uno se piensa que las tormentas son propiedad del invierno y entonces llegan relámpagos estivales que crujen el alma. Los zapatos polvorientos en el rincón, cansados de desandar los errores a los que la intuición les invitó. Y el odio deseoso de pisar cabezas, y las cabezas anhelando ideas claras, que arrojen luz sobre esa vehemencia ciega. Las miradas retándose y los labios hostiles ante cualquier pregunta, pues intratables son las respuestas, como intratable es la muerte cuando se trata de vivir.
Adrielegance24 de enero de 2013

3 Comentarios

  • Serge

    Adriel:
    Es un texto EXCELENTE.
    Realmente encantado.

    Serge.

    25/01/13 10:01

  • Guillermo

    Muy bueno amigo.

    26/01/13 01:01

  • Adrielegance

    Muchas gracias a los dos, se agradecen vuestras palabras y el hecho de que lo leáis. Me alegro de que os guste. Un saludo

    26/01/13 11:01

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