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Mientras Llega MaÑana 51

Me quedé callada por un momento. Igual no le había entendido bien. Pero por la manera como me miraba, me dí cuenta de que si, que le había entendido perfectamente.
-Quieres decir que es…
-Negro-completó. Como el carbón, diría yo.
Tragué saliva, mientras me recuperaba de la sorpresa. A mi me daba igual el color de la piel; si soy sincera, me preocupaban más los doce años que les separaban. Temía que mi hija no fuese lo suficientemente madura. Pero me había sorprendido la noticia, porque fue algo en lo que nunca pensé. Los matrimonios interraciales solían encontrarse con problemas, eso era evidente. Pero si ella le quería, sin duda sería por algo, y Úrsula se merecía ser feliz.
-Respira, Nefertiti, a ver si te va a dar un pasmo.
-No, estoy bien. Pero no te negaré que me ha sorprendido la noticia. Aunque, lo pero está por llegar.
-¿Lo peor?-repitió.
-Si. Cuando se entere Arturo ya verás la que se va a armar.
-Pero es que además de capullo, ¿también es troglodita?
Me eché a reír, porque aunque no me gustase la definición, se acercaba algo a la realidad.
-No exactamente. Pero yo, que le conozco bien, se que tras su fachada de hombre tolerante y mundano, se esconde una persona muy tradicional, que no concibe ciertas cosas. Y si esta relación va en serio de verdad, creo que le dará un síncope al pensar en la posibilidad de tener nietos mulatos.
-Y diría que más que mulatos, prácticamente negros. Vamos, que cuando veas la foto lo entenderás, pero es que el chico es casi azul, de tan negro.
Le dí un codazo y los dos nos echamos a reír hasta que nos saltaron las lágrimas. Realmente, no estaba ni medianamente bien que nos riésemos del padre de mi hija, pero es que la situación se prestaba a ello. Yo tenía claro que si mi hija le quería, sería porque él lo merecía, y tendría las puertas abiertas para entrar en mi familia. Lo que hiciese Arturo era cosa suya. Él sabría si quería perder a su hija por sus ideas trasnochadas.
Cuando nos dimos cuenta ya eran las nueve de la mañana y no habíamos dormido. El caso es que no tenía sueño, y quizá hubiésemos llegado a celebrar la reconciliación como es debido si no tocasen a la puerta en ese justo momento. Daniel se levantó a mirar por la ventana, con cara de fastidio.
-No me lo puedo creer. Es tu hermano.
Salió a abrir así como estaba, solo con el pantalón del pijama. Yo me puse una bata y fui detrás de él. Me preocupaba que hubiese pasado algo. Pero al parecer era tan solo que se iba de viaje en un par de horas y quería ver antes que mi recuperación seguía su curso.
-Vaya, no madrugáis mucho que digamos-se burló.
-¿Tú tienes algún tipo de radar?-le preguntó Daniel, con fastidio apenas disimulado.
Diego se encogió de hombros y me miró con aire de no saber por donde iban los tiros.
-A este le das algo raro de comer, ¿no? ¿Qué es eso del radar?
-Nada-me apresuré a contestar, echándole una mirada de advertencia a Daniel. Vamos a la cocina, haré el desayuno.
Me ayudaron a poner el desayuno y fui informando a mi hermano de las novedades que concernían a su sobrina.
-Vaya con la niña. Vamos de sorpresa en sorpresa. ¿Y lo sabe su padre?
-Se lo ha contado solo a Daniel. No se cuando tiene pensado decírselo a Arturo, pero en todo caso es algo que debe hacer ella. Yo me niego rotundamente a darle la noticia.
-¿Tan mal le va a sentar?-preguntó Diego untando una tostada de mantequilla.
-Peor. Se subirá por las paredes.
Daniel estaba callado, comiendo un bocadillo y tomando café, pero tenía tal aire de satisfacción que no pude evitar soltarle una palmada en la mano para que dejase de comer.
-¿Qué pasa? –protestó. ¿No puedo comer porque la niña nos traiga al nieto de Kunta Kinte?
Los dos empezaron a reírse como los imbéciles que demostraban ser, y cuanto más me enfadaba, más se reían.
-Cretinos, estúpidos cretinos. Se va a armar una buena en la familia, que nos traerá problemas a todos, y no sabéis hacer otra cosa que reíros como adolescentes.
-Venga, Elena, déjate de dramas. El padre de tu hija tendrá que guardarse sus ideas trasnochadas y aceptar, no le queda más remedio.
-Tú no le conoces.
-No, pero quizá en algún momento tenga que hacerlo.
-¿Por qué?
-Porque el viaje que hago es a Madrid, para ver a Elia.
-Vaya-le dijo Daniel.
-Si, vaya- repetí yo. Parece que a todo el mundo le ha entrado de repente la fiebre del emparejamiento.
-Será la primavera-adujo Daniel-que enardece los ánimos.
-Bueno, que os dejo que termineis lo que interrumpí, por la cara que puso alguno al abrir la puerta. Tengo que estar en el aeropuerto en una hora. ¿Le cuento a Elia lo de la niña?
-Si, pero dile que sea discreta y de momento no le diga nada a su hermano. Es Úrsula quien tiene que hablar con su padre.
Nos despedimos de Diego en la puerta y entramos de nuevo. Daniel me enlazó por la cintura nada más cerrar la puerta.
-Ya has oído a tu hermano. Hay que terminar lo que quedó pendiente. Así que vamos.
-¿Ahora?
-Esas cosas no se rigen por horarios.
Y puede que tuviese razón; no teníamos obligación de rendir cuentas a nadie. Por primera vez en mi vida me sentía completamente libre de hacer lo que me diese la gana, de actuar sin pensar en las consecuencias. Empezamos a quitarnos la poca ropa que llevábamos ya en el pasillo. Quizá el haber estado en una situación límite, cuando sabes que puede ser que no te quede tiempo para hacer las cosas que habías planeado, da nuevas alas y somos capaces de enfrentarnos a la vida de otra manera, dando importancia a lo que de verdad la tiene. Y en este momento, lo más importante para mi era estar con Daniel, vivir con él y para él, todo el tiempo del que ambos dispusiésemos.
-Tenemos que levantarnos-dije, soñolienta, unas horas después.
-¿Por qué? No hay nada tan importante que nos espere que no pueda seguir haciéndolo un rato.
-Pero es que tengo hambre-me quejé.
-Bueno, eso ya es otra cosa. Vamos, entonces a comer algo. Y podemos hacerlo en el jardín. Creo que hace buen día.
Era verdad, el sol se filtraba por las ventanas y resultaba hasta de mal gusto no salir a disfrutarlo. Las flores que había plantado el año anterior estaban ahora en plena floración, y su aroma llegaba hasta donde nos sentábamos. Me encontraba bien, satisfecha y en paz; aunque me moría de ganas de hablar con mi hija para que me contase más detenidamente su relación con este muchacho. Daniel me había enseñado su foto. Era guapo, muy guapo; parecía una estatua de ébano. Ahora faltaba ver si también era hermoso por dentro. En poco más de un mes Úrsula tendría vacaciones, y pensaba llamarla para que le trajese a casa. No sé lo que Arturo pensaba hacer, pero yo tenía muy claro que quería conocerle para valorar la relación. Se lo comenté a Daniel.
-Voy a decirle a la niña que se traiga al chico en vacaciones. Quiero conocerle.
-Si, sería buena idea. De todas maneras, creo que ella tenía pensado hacerlo, y estaba esperando que yo te contase las novedades para proponerlo.
-Pueden quedarse aquí, ¿te parece?
Asintió con la cabeza, y cambió un poco la silla para ponerse al sol. Me fijé que se había puesto algo más moreno y empezaban a salirle pecas alrededor de la nariz. Me gustaba mirarle cuando no se daba cuenta, y a veces, por las noches, me pasaba tiempo observando como dormía. Abrió los ojos, y me sonrió.
-¿Qué miras?
-A ti. Te han salido pecas.
-Si, es la maldición de los pelirrojos. No sabes cuanto las odiaba cuando era pequeño.
-A mi me gustan.
Acercó su silla a la mía, y se sacó del bolsillo una cajita pequeña. La puso en mi regazo.
-¿Qué es?
-Sí la abres, es probable que lo sepas.
Era un anillo. Sencillo. Un aro ancho de oro, coronado por una piedra de ámbar. Le interrogué con la mirada. No era mi cumpleaños, ni mi santo, ni celebrábamos nada especial, que yo supiese.
-Quiero que nos casemos.
Me sorprendió porque nunca lo habíamos hablado, no me parecía demasiado importante. Estábamos bien juntos y no necesitábamos nada más.
-¿Por qué?
-¿Y por qué no?-me rebatió
Beth16 de junio de 2011

12 Comentarios

  • Grekosay

    Saludos:
    Te animo a que prosigas, que vayas superando cada capítulo y que llegues a ese momento en que, es tanto y tan hermoso lo escrito, que regreses a ese mundo de las inspiraciones y comiences algo nuevo. Gracias.

    16/06/11 09:06

  • Beth

    Gracias a ti, Grekosay, por haberlo leído. Esta novela ya está terminada, desde finales de verano. Me costó acabarla porque no quería desprenderme de los personajes. Llegan a ser algo así como hijos que no queremos que se vayan nunca de casa.

    Ahora estoy en otra historia, allá por Coimbra, que nada tiene que ver con esta.

    Un abrazo

    16/06/11 09:06

  • Luisrafael

    Bravo!

    17/06/11 06:06

  • Beth

    Gracias Luisrafael, muchas gracias por leer estos desvaríos

    17/06/11 06:06

  • Norah

    Me sorprendió porque nunca lo habíamos hablado, no me parecía demasiado importante , y en verdad a vos no te lo pareciá, pero solo a vos, beso grande.

    17/06/11 08:06

  • Norah

    Me sorprendió porque nunca lo habíamos hablado, no me parecía demasiado importante , y en verdad a vos no te lo pareciá, pero solo a vos, beso grande.

    17/06/11 08:06

  • Norah

    Me sorprendió porque nunca lo habíamos hablado, no me parecía demasiado importante , y en verdad a vos no te lo pareciá, pero solo a vos, beso grande.

    17/06/11 08:06

  • Beth

    Quien le iba a decir a la pobre Elena, mi querida Norah, cuantas cosas cambiarían en su vida, ¿verdad?

    17/06/11 09:06

  • Vocesdelibertad

    Qué linda va la novela!! con ese lance interesante en el final.
    Encantadora manera de narrar tienes,
    Abrazos

    21/06/11 12:06

  • Beth

    Muchas gracias, Voces. Ya ha aparecido un nuevo personaje; el yerno. A ver que tal

    21/06/11 03:06

  • Endlesslove

    Ay, pero fue una propuesta de matrimonio muy sencilla, viniendo de Daniel la hubiera preferido más romanticona jejej, pero está bien.
    Ya veremos qué pasa con usúrala y su estatua de ébano.

    15/09/11 12:09

  • Beth

    Es que Daniel es más de acción que de romanticismos de palabras, lo demuestra con actos

    15/09/11 09:09

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