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Un Gesto 7

Esas pocas palabras zanjaron cualquier discusión. Los dos las recordaban. Habían pasado juntos tantas cosas que sin hablarse todo se lo decían. Por eso se movieron en la cama al unísono, como la maquinaria de un reloj bien ajustado, y se acomodaron uno al otro, abrazados, sintiendo que mientras cada noche pudiesen dormirse juntos todo estaba bien. Hubo una época en la que tres horas juntos eran el mejor de los regalos. Y cada vez que se despedían no sabían por cuanto tiempo sería. Iris sonrió, casi cuando se estaba quedando dormida, al recordar que al principio le molestaba mucho que cuando se despedían él se marchase como alma que lleva el diablo y ella tuviese, la mayoría de las veces, que agarrarle de las solapas y darle un beso a la fuerza. Un día él, quizá porque la encontró molesta, quiso darle explicaciones.
-Odio las despedidas.
-Ya me he dado cuenta-repuso, entre burlona y enfadada.
-Y no me gusta darte un beso cuando me marcho porque…
-Porque no sabes si será el último-terminó ella la frase.
El asintió, en silencio. Y desde entonces ella no le forzaba y ese beso, porque siempre había beso, se lo daban media hora antes, pero nunca más en el momento de la despedida. Los dos eran supersticiosos y era mejor no tentar a la suerte. Igual que ahora…no había que tentar a la suerte.
Miguel se removió a su lado. Y ella le acarició el pelo, para calmarle. Le gustaba que le acariciase el pelo, y ella lo hacía cuando notaba que se movía en sueños.
-Habrá que decírselo a los niños-dijo él, medio en sueños.
-De ninguna manera-repuso ella, ya completamente despierta. No quiero que nadie más que nosotros lo sepa. Y en esto no me contradigas. No podría soportar tantas miradas de pena y tanto disimulo. Como siempre…esto solo lo sabremos tú y yo. Nadie más.
-Pero…cuando te operen…
-Cuando me operen-continuó ella- tampoco lo sabrán. Se lo dirás, a los tres, cuando salga de la operación…si es que salgo. Y si no, ya les avisas para lo del entierro. Acuérdate de que quiero una caja color vainilla y muchas flores. Y que toquen Amazing Grace y Annachie Gordon…
-¿Por qué no te vas a la mierda y me dejas dormir?
Y se dio la vuelta en un gesto que pretendía que fuese de enfado pero que en el fondo los dos sabían que era de miedo, del más profundo terror. Por eso ella se echó a reír y se abrazó a su espalda, sofocando la risa
-Eso mismo me dijiste aquella vez que habíamos quedado y tú tuviste que cancelar la cita porque…bueno, por lo de siempre.
-¿Te dije eso?
-Sí, cuando yo te contesté que no te preocupases, que no teníamos ningún compromiso. Tú me dijiste que me fuese a la mierda, que claro que había un compromiso…
Beth03 de febrero de 2014

2 Comentarios

  • Mateo

    Muy bonito BETH....me tienes enganchado a está historia tan real y tan viva pues segun la voy leyendo ....ella va cogiendo vida en mi y visualizo a todos los que forman parte de ella...está muy bien narrada...es un gusto leerte....gracias siempre por escribir y ser magia en las letras...un abrazo ...cuidate....

    04/02/14 07:02

  • Beth

    Gracias a ti por leerme. Siempre. Un abrazo

    04/02/14 09:02

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