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Las Primeras Veces

La impronta de las primeras veces, cuando una sensible manera de llegar se queda para siempre y otras ...no valen.


La primera vez que vi dar un beso de verdad con lengua fue a medio metro de mi, una amiga mia, la más guapa del pueblo con el más estupendo también. Me fijé mucho como lo hacian. El muchacho no era muy alto y era ella la que se lo comia que casi se lo traga, así que pensé que los besos tenian que ser agresivos, crearon una impronta a seguir, por eso justamente tardé tanto en dar mi primero. Cuando me tocó a mi no me encajaban las medidas. El era alto, de complexión atlética, profesor de gimnasia y con un conocimiento del medio lo que le hacía superior a mi en todos los aspectos. Así que me corté, olvidé lo de la lección visual y me quedé paradita recibiendo el beso. No me supo ni a estrellas ni a campanitas ni a esas vainas que nos contaron. Me supo a saliva de otra persona y no me gusto nada. Me apretaba tan fuerte contra él que casi no podía respirar, mordiendome el cuello, metiéndome la lengua en las orejas, resoplando y sudando como un cerdo, aplastando mi cuerpo contra la par... así que le di un empujón, me zafé de él y nunca jamás le volví a hacer caso. Hasta unos segundos antes del beso creía que estaba enamorada de ese muchacho tan alto, el del chandal azul marino, el de las suaves palabras.

Todo era mentira, me fui al piso de arriba, lejos de la música de la fiesta y me metí en el cuarto de mi mejor amiga de toda la vida, solo dos años mayor que yo. Volvió tan mayor, moderna y distinta que no parecía la misma, con el ojo pintado de tal manera que borraba la expresión que tanto me gustaba, aquella de los ojos fijos mirando a un punto vago de la pared de enfrente. Dime una palabra decía Nancy y yo decía ¡MARKASSÁN! Como un caballo de carreras contaba, con aquellos ojos miradores de la pared blanca de enfrente, parecía que el muro le chivaba las historias de lo deprisa que le salian. Una vez me enseñó su vello púbico, cuando teniamos ella doce y yo diez.¡Qué envidia ver esos pelitos castaños más oscuros que el rubio de su cabeza! Yo no tenia nada, tan liso que me daba repelús y rabia ¡tenía tantas ganas de ser una mujer grande!.

¡Qué ganas de llorar y qué asco tan grande de la saliva de ese hombre! En el baño me enjuagué la boca retregándome el cuello y los brazos con agua y jabón frotándolos bien con la toalla hasta dejarlo encarnado. Después me puse la bata rosa de mi amiga, monjil y guateada con el cuello redondito con botones nacarados. Parecía una niña modosita un poco perdida en esa bata tan grande que olía a lavanda.


Nancy entró en su cuarto y me vió llorando. Me dolía el bajo vientre mucho como si me fuera a venir el período aunque aún me faltaba una semana. Le pedí a mi amiga de toda la vida que me peinara como cuando eramos chicas, agarró el cepillo y despacito, sin hacerme daño, primero las puntas para desenredarme el pelo, que no se por qué pero siempre lo tengo enredado y luego desde la raiz que me ponía la carne de gallina. Cepillaba el pelo y con la mano alisaba la melena. Me daba sueño la cepillada y me calmaba. Nancy me dió un beso en los labios y por lo menos estuvo dos dias y medio o puede que siete años con sus labios pegados a los mios y a mi me encantó.

Por la mañana mi madre vino a buscarnos y nos llevó a las dos a la playa. No me miró ni una sola vez. Cuando estabamos en el agua la reté a una nadada hasta el muelle nuevo y como nado mucho mejor que ella me dió mucho gusto notar como se iba quedando atrás, mucho más atrás. El coraje me daba fuerzas para extender a lo largo la brazada, respirando cada tres bajo mi axila, medidas y uniformes, con el tempo justo. En el pantalán la esperé tranquilamente, cuando llegó resollando con el pecho subiendo y bajando me dió esa risa que tanto le molesta, sacudí el agua de mi melena larga y ondulada, presumiendo de mi pelo que es mucho más bonito que el de ella. Entonces Nancy se quitó la parta de arriba del biquini. Todos los hombres que estaban muelle se quedaron mirando para ella, los viejos y lo jòvenes. Le dí una cachetada que le dejó los ojos abiertos y asombrados, después salí corriendo hasta la sombrilla donde estaba mi madre.

No la volví a ver hasta que cumplí los diecinueve, pero esa es otra historia que no me pertenece, que la cuente ella.






Briseida10 de febrero de 2008

8 Comentarios

  • Santunga

    aLooooooooooooooooooooooo... dónde está Nancy... quedé con la bala pasada....
    Briseida, la de las olas, me gustó tu relato... me tubo entretenido por los minutos que tadè en leerlo...
    besos.

    SAN TUNGA.

    11/02/08 03:02

  • Anileonina

    Briseida, me haces sentir que estoy ahí viendo lo que relatas... sintiéndolo.

    11/02/08 03:02

  • Briseida

    Anileonina: Que a una escritora tan especial como tu le llegue mi manera de contar me alegra profundamene. Gracias por sentirlo.

    11/02/08 07:02

  • Briseida

    Para SAN TUNGA: Bueeeeeeno, vaaaaaale, seguiremos contando de Nancy y su amiga...en el próximo relato titulado "Las muchachas del horizonte". Ahora mismito lo pongo.

    11/02/08 07:02

  • Mejorana

    Bueno, esta vez he llegado la última. Qué le vamos a hacer. Ya lo han dicho todo.
    Menos mal que las primeras veses se pasan y luego vienen las segundas,y luego las expertas, y luego las que se disfrutan, y luego las que te vas al cielo...
    En fín......
    Besazos

    11/02/08 09:02

  • Aquiles

    no me creo que no te gustase el del chandal azul, en lo bien que le sienta a él ese color...

    12/02/08 10:02

  • Coraza

    parecida sensacion delprimer beso en aquel momento, pero son cosas que se superan, me gusto mucho tu historia! que ganas de saber que sigue..

    21/02/08 03:02

  • Briseida

    Gracias por tu amable comentario Coraza.

    22/02/08 05:02

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