Vuela raudo el cometa por universos visibles,
arde en cielo añil con su evanescente blancura,
y el bermejo de la luna se torna candil triste
por esa luminaria de incandescente hermosura.
Gira y gira en su locura su cuerpo ígneo, candente,
trazando estelas al viento su cola de fuego y espuma,
tormenta de luz sobre estrellas que opacas palidecen,
pues enciende el firmamento en la noche más oscura.
En su carrera la persiguen las miradas de la gente,
los ojos reflejan su brillo, y en las mentes la cordura
se estremece contemplando su grandeza doliente,
pues se pierde en su oriente y se evade en premura.
Vuela raudo el cometa, y al fin, desaparece,
pero vuelve, vuelve siempre
cuando el tiempo acontece
y su luz se hace pura.