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Micaela y Los Siete Magníficos

Estaban todos sentados en los sillones del salón principal de la Residencia "Las Flores". Siete jubilados y una mujer. La luz penetraba por la amplia cristalera que daba al jardín donde Salvador continuaba su labor de poda que a todos parecía interminable; mas la presencia de Micaela entre ellos les hacía mostrarse dicharacheros, joviales, tan alegres como si volviesen a tener veinte años de edad y esta fuera la primera ocasión que se les presentaba para encontrar el verdadero amor de sus vidas. Benito, como siempre, quería llevar la voz cantante. Nadie sabía exactamente por qué... pero, aquella tarde, ninguno de los seis restantes estaba dispuesto a cederle la primacía...

Cada cual era un mundo diferente. Cada cual contaba emocionantes aventuras en las que ellos eran siempre los héroes que terminaban por quitársela a los demás, por estrecharla entre sus brazos y por besarla sintiéndose el vencedor ante la impotencia de todos sus rivales. Aquella emocionantes aventuras eran tan increíbles que podrían tener algo de realidad, aunque era una realidad tan extraordinaria que se notaba una fuerte imaginación en todos ellos. ¿Eran reales sus vivencias o eran el producto del aquel agradable frescor que les hacía renacer como los capullos de los claveles abriéndose abruptamente ante ella, ante aquella Micaela que les tenía a todos tan encandilados que ya ninguno de ellos miraba su reloj porque todos querían detener el tiempo?


El tiempo. Ninguno de los siete se acordaba ya del tiempo porque para todos ellos, sintiéndose náufragos de la vida, Micaela era la tabla de la salvación que les conduciría a la ardiente playa de los deseos inconfesables. A veces las historias se interrumpían cuando alguien llamaba mentiroso al que la estaba contando y entonces salía a relucir el orgullo y la dignidad y el jurar que nada era inventado sino que la envidia reconcomía el corazón de quien no podía ni tan siquiera igualar aquella hazaña. Eran sus vidas tan grises antes de haber conocido a Micaela que necesitaban, ahora que estaba ella presente, llenarlas de color. ¿Y qué color más interesante sino saberse héroes de la humanidad? Cada uno superaba al anterior en adornar con la fantasía lo que, seguramente, habría sido algo tan poco heroico como haber subido a la higuera del vecino y haber comido gratis hasta el empacho. Pero no. Ahora la higuera era un castillo cuyos muros debían ser escalados para salvar a la princesa de la amenaza del monstruo infernal. Micaela, por supuesto, era la princesa a la que todos querían conquistar con su imaginado heroísmo. ¿Y quién de ellos podía asegurar que quizás alguno, el que estaba sentado a su lado, no era un verdadero héroe?

Todos daban por cierto que Micaela señalaría, sin duda alguna, a ese verdadero héroe en que todos se querían convertir. A veces, durante unos breves segundos, todos quedaban callados para ver la reacción de ella. Pero Micaela parecía como si estuviese en otro mundo; algo así como que era una verdadera princesa esperando en lo alto de la torre del castillo para ser salvada. Era entonces cuando todos se atropellaban las palabras, cada cual gritaba más alto que los demás y ninguno de ellos cesaba de contar historias tras historias, seguramente leídas en los tebeos de su infancia o que recordaban haberlas visto en alguna película de la cual, por culpa del tiempo, ya no recordaban su título. El tiempo. El tiempo era el enemigo de todos ellos, pero ninguno miraba su reloj y todos esperaban que Micaela emitiera su veredicto. Cuando ella se levantó un silencio interminable se apoderó de todos.

Micaela se levantó de su sillón, miró uno por uno a ellos, y cuando ya todos daban por hecho que se la llevaría Benito, solamente sonrió al grupo y, con aquella elasticidad de pantera con la que todavía se desplazaba por la vida, abrió la puerta que daba al jardín y salió a gozar de la primavera.

José Orero De Julián "Diesel"
(5 de octubre de 2016)
Diesel06 de octubre de 2016

2 Comentarios

  • Polaris

    Como siempre magnifico amigo.

    08/10/16 12:10

  • Diesel

    Otra vez muchas gracias, Polaris. Que Dios te bendiga siempre.

    08/10/16 11:10

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