El Mayor de Los Ateos
Sé que la tienes delante
y te frustra que pierda su tiempo
con el botarate que consigue acostarse con ella.
Odias cada milímetro que él ocupa en el planeta,
cada palabra que sale de sus labios,
cada mirada que se dedican.
En cada una de sus discusiones,
tú,
el mayor de los ateos,
le rezas a lo que sea para que lo deje
justo antes de venir a verme
y hundirte en mis caderas
como si fuera su carne
la carne en la que te entierras.
De tus cuerdas vocales
brotan todas esas frases tiernas
que desearías poder dedicarle a ella,
conformándote con mi triste persona
como premio de consolación
ante la pérdida.
Soy los puntos de sutura
de la herida que abrió su rechazo.
Tratas de convencerte a ti mismo
de que el amor anidó en tu pecho bajo mi apellido,
pero no.
Cualquiera vería a kilómetros
que te mueres por darle una paliza al patán que la tiene
con tal de poder quedártela para ti,
quererla,
follártela,
llenarla de mimos
y coronarla como reina y amor de tu vida.
Debe ser desolador
despertar cada mañana
recitando un papel para el que nunca audicionaste.
Has tenido la pésima suerte
de que la pardilla con la que eligiste
fingir el renacimiento del amor
se haya enamorado realmente de ti
y se niegue a dejarte marchar en su busca.
No quiero perderte.
A pesar de saber que respiras en su nombre,
sueñas con sus pechos,
mueres por oír un "te quiero" de su voz.
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