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Pinceladas de Noche Pte 2

Primer relato: http://tustextos.com/jaquez/pinceladas-de-noche/


Había estado desde las tres de la tarde en casa de Roberto, me había invitado a hacer pizzas, éramos cinco cocineros amateurs haciendo pizzas con jamón y champiñones, fue agradable y al final la cosa salió bien y comimos las pizzas como no pensé que fuera a suceder. El tiempo pasó lento por culpa de ese horno tan ineficiente, esperábamos media hora por pizza y a veces le agregábamos quince más. Al final nos dimos cuenta que era demasiada pizza, igual y más noche vino más gente y le compartimos nuestras creaciones, sin darnos cuenta la casa ya había aumentado su número de comensales significativamente, incluso había personas que no conocía, posibles nuevos amigos del círculo. Vi a una chica que estaba sola en un sillón de la sala utilizando su nokia de los que tienen lámpara. Generalmente mi timidez me impide abordar a una chica aunque las circunstancias se presten, pero soy débil ante las mujeres que aun usan teléfonos de pasada generación, me atrae la visión de que no estará a cada momento revisando sus redes sociales, tal vez hipócrita de mi parte pero me parece una buena excusa para vencer la timidez.
—Hola— Sólo me senté a su lado y se lo dije, mi acción la tomó por sorpresa pero no puso mala cara.
—Hola— Respondió amablemente, tecleó un poco más en su celular y lo guardó.
— ¿Vives por aquí? —
—No, soy prima de Caro y la acompañé para acá. —
—Oh que bien, ¿Qué edad tienes? —.

Fue una linda conversación, le comenté que la pizza fue hecha por mi y 4 amigos más, lo que pareció agradarle mucho, compartimos la misma edad, diferentes gustos musicales y carreras distintas, ella estudiaba contabilidad. Fue gracioso el darnos cuenta que hasta la hora en la que ella tenía que irse supimos nuestros nombres.
—Diego, mucho gusto.
—Citlaly, el gusto es mío.
Y tras un beso de despedida, la conversación se dio por finalizada.

Ya mi voz estaba apagada dentro de la casa, pero aún quedaba gente, incluso en otro sillón estaba otra muchacha, pero su celular era de la marca de la manzanita, lástima.

No sé como mis amigos hacen para aparecer cerveza de la nada, ni cómo hacen para que un bote esté ya en mis manos antes de decir que sí, serán magos.

Así que con trago en mano salí a ver la noche, no pasé mucho tiempo solo cuando veo llegar a Andrés.
— ¿Otra vez tú? — le dije sonriente.
—Así es mi estimado, parece que empiezas siempre sin mi.
—Que eso no te turbe, allá dentro hay cerveza.
Él entró a saludar al grupo y salió con un bote a platicar.
—¿Pasará algo hoy? — Preguntó Andrés
—Pues espero que sea por orden alfabético.
—Funny.

La noche fue haciéndose más vieja así como nuestros sentidos más torpes, al igual que nuestras palabras salían más fáciles.

—Algún músico de ésta época tendrá ese poder que tenía Sinatra para con Kennedy? — preguntó Andrés.
—Mm, esos son rumores, pero creo que si McCartney hubiese sido del gabinete del PRD ahora AMLO seria el quinto beatle.
—Le hubiese sido de ayuda en su campaña.
Para no tener que entrar a la casa por licor, decidimos ir a comprar nuestro suministro, mi cerveza y su aburrido whisky.
— ¿Has escuchado de Dante y su viaje por los círculos del infierno? — pregunté
—Uf que problema, lo leí hace ya algunos años, pero lo termine sólo porque ya lo había empezado, se volvió una tortura al entrar al paraíso.
—Así fue.

Hubo un silencio corto, como para pensar una pregunta, entonces saqué mi celular.
—Escucha ésta canción, se llama La balsa, de un grupo de rock argentino de los 60’s.
Andrés tomó el celular y escuchó con atención.
—Parece de esas canciones pegajosas que traes en la cabeza todo el día, supongo que tiene algo más que te llama la atención.
—Algo así, investigué un poco sobre la canción, en el 82’ Argentina estaba en guerra con los británicos debido a las Malvinas, una anécdota dice que un buque argentino fue hundido por un submarino británico, algunos sobrevivieron y lograron escapar en una balsa. Pasaron su recorrido cantando ésta canción para soportar el frío y lo que les acababa de pasar, murieron más de 300 marinos en ese buque.
Hubiese sido un buen tema que tocar con Citlaly, pensé.

—Con razón, imagino que piensas en esos sobrevivientes, remando rumbo a casa, con esa canción como motor.
—Cada vez que la escucho.
—Fue una guerra absurda, al menos para Argentina, tratar de compararse en armamento militar.
—“Son nuestros chicos matándose con los chicos argentinos, no veo nada de glorioso en eso”, lo dijo Freddie Mercury.
—Un genio.

Pienso que el lapso que siguió ya estábamos al nivel de ebriedad de la última vez que platicamos aquella otra noche.

— ¿Crees que somos lo que esperamos? — preguntó Andrés.
—Explica.
— ¿Tu esperas tener una mujer que sea como tú?
—Mm, no lo había pensado.
—Si soy un hijo de puta, ¿ella también debe serlo no?
—Rara vez ellos se identifican con ése apelativo.
—Vamos, tú me entiendes.
—Pues…

En eso, mientras pensaba mi respuesta, alguien nos pitaba con el claxon de una camioneta, bajó la ventana de su puerta, era César.
—Nenas acompáñenme a una fiesta aquí cerca— nos gritó sin bajarse de su camioneta.

Andrés y yo coincidimos en que el alcohol ya estaba por acabarse, y aprovecharíamos el viaje para comprar más. Subimos en su camioneta y emprendió la marcha.
— ¿De quién es la fiesta? — Pregunté
—De tu novia— respondió César
— ¿Cuál de todas? — Repuse
—Paloma
Una chica a quien le gustaba.
—Y te invitó su prima Laura supongo.
—Paloma me dijo que si no venía por ti ni me parara en su fiesta.
—Eso es amor— dijo Andrés
—Lo que ella siente, se llama obsesión, una ilusión, en su pensamiento.
Comencé a cantar, hubo carcajadas al instante.
Llegamos a la fiesta, parecía más familiar que de amigos, había más gente adulta que jóvenes. César desapareció de mi vista, Andrés permanecía mi lado, en eso llega Laura prima de Paloma y pretendiente de César según sabia.
— ¿Vienes a ver a mi prima?
—Me alegro que tú también estés bien.
Andrés rió y se presentó, ella se disgustó y se limitó a saludar e irse.
—Creo que ganaste una enemiga— me dijo Andrés
—Pero si somos primos postizos.
Reímos un poco.
En eso veo a César saliendo de una casa que estaba dentro del terreno, venia jalando del brazo a Paloma, quien no ponía resistencia.
— ¡¿Ella es?! — dijo Andrés, sorprendido y agregando:
— ¡¿Qué te pasa por que no le llegas?! —.
—Un hombre debe tener prioridades.
—Me voy a la mierda con tus prioridades.
Andrés se fue rumbo a la mesa de snacks a comer algo.

—Aquí está como me dijiste— dijo César una vez que estuvieron frente a mí.
Yo la saludé y la abrasé por su cumpleaños. César se fue.
—Felicidades, ¿Cuántos cumples?
—dieciocho.
—oh bien, bienvenida al club de los mayores de edad.
—gracias.

A partir de eso se hizo un silencio, no un silencio lindo, fue de esos silencios vergonzosos y tristes. Y allí recordé el por qué de mi indiferencia.

La noche no transcurrió tan mal, me sentía acechado solamente por la mirada de Paloma y sus primas, un juego al que hubiese jugado a los 10 años. Decidí espontanearme un poco y fui hacia la rockola, Andrés no me quiso seguir el juego, no quiso cantar. Me encanta cantar en las fiestas, extrañaba a mi verdadero partner en fiestas, José. Buscaba algo clásico para cantar, y ahí estaban los tigres del norte, y su fabulosa canción: la puerta negra. Y le di caña, no lo hice para llamar la atención, aunque así fue. La estadía en la fiesta terminó con César diciéndome que ya teníamos que irnos, Andrés tuvo suerte con una prima de Paloma.
—Bien campeón— le dije.

No me despedí como se acostumbra, admito que me intimidó el circulo de mujeres que rodeaba a la cumpleañera, fue solo un gesto de amor y paz con la mano, después me di cuenta que fue lo correcto, no debía mostrarle indicios de querer algo más que amistad.

Le dijimos a César que nos dejara en casa de Roberto no sin antes pasar por algún expendio de alcohol, encendió el auto y nos marchamos. Repentinamente César aceleró, yendo por el boulevard como si fuera una pista de carreras, la calle estaba vacía y eso lo motivaba a ir más rápido.
—Tranquilo viejo. — le dije para que bajara la velocidad, no respondió nada.
Miré el velocímetro y la aguja marcaba los 120 km/hr y subiendo, todo lo que siguió pasó en cámara lenta para mí.
En un entronque con una calle donde podías abordar el boulevard, podía verse que ningún carro se metería, le pedí a Dios que nadie lo hiciera, pero en eso una camioneta asomó la punta, lo que hizo que César la esquivara, dirigiéndose a un choque inminente contra un camellón, no sé cómo pero el idiota pudo volver a enderezarse de manera turbulenta pudiendo mantener el control de la máquina y seguir el camino recto sobre el boulevard.
Siguió el camino con una velocidad mucho más moderada, frenando al fin y estacionándose un momento, supongo que para reflexionar. Los tres nos miramos.
—Nos salvamos de tres putazos. — dijo César, agregando:
—El de la camionetas, el del camellón, y el de las vueltas que íbamos a dar.
En ese momento no comprendí lo cierto de sus palabras, yo quería matarlo, pero estaba demasiado tenso y a la vez agradecido.
—A mi casa llévame— le dije.

Después de varios minutos de respirar y casi llorar, reanudamos la marcha.

—Andrés, parece que fue por orden alfabético, pero el profe tomó lista muy rápido— le dije tratando de sacarle una sonrisa. Pero fue inútil, era el más pálido de los tres, y no había dicho ninguna palabra.
—Estar cerca de la muerte apesta eh— dijo César con tono despreocupado.
Vi a César con mi mirada de “eres la persona más idiota del planeta”.
—Escucha Andrés, sobre la pregunta de si esperamos lo que somos. Hoy me di cuenta que sí, espero a alguien lo más parecido a mí, entre lo que cabe, por que el cuerpo y la belleza acaban pero siempre necesitaras a alguien que esté a tu lado para hablar de algo de interés común, a la que le digas que necesitas que sea honesta, fiel y amorosa, que no te sea respetuosa, por que tendrá el derecho de decirte que eres un idiota cuando lo seas — pude ganar su atención— pero no me mal entiendas, ya que si alguien es igual a ti, eso te irritaría, y la cosa sería aburrida. Antes pensaba que las parejas con nada en común eran las mejores, pues tenían toda la vida para entenderse, pero honestamente, prefiero mi media naranja a mi media manzana.
César escuchó todo pero no preguntó nada, que fue lo mejor.
—César, por favor, que Andrés llegue en una pieza.
—Si jefazo.
—Cuídense muchachos.
—Adiós Diego.

Entré a mi casa, eran como las cuatro de la mañana y escuché a mi madre abrir la puerta de su cuarto.
—Hijo, ¿ya llegaste? — Me gritó desde el segundo piso.
—Si madre.
Cerró la puerta sin decir nada más. Tomé mucha agua, el nerviosismo escondía mi sed. Subí las escaleras rumbo a mi cuarto, mi hermano estaba dentro de él y me dijo:
— ¿Trajiste pizza?
Jaquez13 de enero de 2014

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