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Tabris, Entrega 4

El no podía ser un empaque estándar. No podía almacenar a la gravedad, a todas las llanuras, a la guerra, a todas las esquizofrenias; simplemente es imposible, ¡imposible! ¡Ja!, esta tratando de explicarse algo que no puede comprender, que no quiere comprender. Tratando de negarse la mentira de verdad que le enseñaron a aceptar.

Ella siempre se jactó de tener una mente abierta. De haber experimentado mucho. Se mofaba de las personas de mente serrada, de los que se auto sepultaron junto a Lenin, de los hombres de extrema derecha, de los terroristas del medio oriente, de los que se desesperan por amor, de Estados Unidos, de los fanáticos religiosos, de los folklores, de los homo fóbicos, de la dolarización, de las mujeres que gritan por la presencia de un simple ratón, de la guerra de Vietnam, de los arios, de los que siempre son voluntarios, de las cursilerías, de los que son fieles a un equipo de football, de Michael Jackson, de los políticos, de los que se prenden a una prenda y la llevan siempre consigo, de la iglesia católica, de los que prometen cosas estúpidas, de los lame culos, de los que siempre les conmueve la misma película vista por enésima vez, de los "grupy", de los hijos que ven como sacrilegio no ser lo que sus padres esperan, de los que ignoran que es una vida propia, de las tradiciones, del muro de Berlín, de las mujeres que juran llegar virgen al matrimonio, de Jhose Lora, de la falta de originalidad, de los que compran un teléfono celular y gritan cuando hablan, de los que siempre quieren dar ánimo al grupo, de los reality shows, de King África, de la gente que participa en los programas de concurso, de las buenas canciones que las hacen cumbia, del consumismo, de los padres que ven en sus hijos como una continuación de ellos, de las mujeres que juran ser sexis pero que no lo son, de los que solo hablan de un tema. De todas las personas a las que ella llamaba y encerraba en la sociedad de borregos.

Lo frustrante para la doctora era la fantasía en el relato; lo irreal de la descripción de sí mismo de ese hombre; lo poco razonable el hecho de aceptar lo que había dicho el individuo ese. Pero era utopía enorme, no era verdadero, no podía ser verdadero; su conciente le decía que era mentira pero su egocentrismo le refunfuñaba y exigía que lo aceptara – no que lo creyera – pues sólo era un relato, una historia con mucha imaginación de por medio. Por esta y otras razones escondidas, ella no aceptaba el no poder entender lo que aquel hombre había dicho ser. Lo raro es que ya no estaba. Ella estaba vestida. Tomo lucidez y levantó la vista, no hay ventana. Las paredes todas en color blanco. La cama siempre al lado derecho de la habitación. Todo es normal, todo como las otras habitaciones.

Lo único heterogéneo a las otras habitaciones era que esta estaba vacía. Le confortó saber que al menos un detalle, uno de los muchos, de todos los frustrantes detalles era cierto; la habitación deshabitada.


ÚTIMA ENTREGA.....


POR EL MOMENTO DE TABRIS.
Josermac10 de marzo de 2008

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