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Seiko 3000 - Capitulo 61 - El Bosque de Halaria

Con una basta extensión de bosque espeso con otras de claros y praderas, el bosque autóctono de Halaria creaba un ecosistema variado. Diversas granjas se afincaban en los borde del bosque, especialmente en los bordes, donde había praderas, dada la peligrosidad de su interior.
Criaturas feroces, mosquitos del tamaño de una raqueta de tenis y miles de peligros poblaban las 2000 hectáreas del terreno que terminaba a los pies de la montaña de Eolos, particularmente distinta.
Su destino, Vendaval, estaba en la cima más alta de aquella montaña. Se calculo que en unos 5 días estuvieran allí, si no hubiera problemas con los bichos, claro.
Habían llegado por la tarde al límite del bosque que, indudablemente, estaba vallado por seguridad. Antes, se habían enterado de la erradicación sly en Ramber. Los cinco, que venían de allí, y uno de ellos había participado en el anterior asalto, se alegraron muchísimo al ver como, el cambio de poder de los asesores había propiciado un avance como ese. Ahora, Las Partidas estaban purificadas de sly.
Aunque sólo a una persona le pareció incomodarle.
Que se hubiera recuperado Cassandra fue un tremendo bache en el camino que había planeado Dando. Mantenía cierto don de gentes, pero sólo de cara a los Aimier. En realidad era otro vasallo más, adoptado por los Ustules, para atrapar al grupo salvador. Al salir del orfanato, miembros de La Fuerza le reclutaron clandestinamente para sus misiones encubiertas en Balcania. Pero no solo su odio era su fuerza, sino que tenía una habilidad especial. Podía suplantar sentimientos de una a otra persona. Algo que le costó su tiempo y que sólo podía hacer tras pasar un tiempo con ésta persona. Y su hermana, era su experimento. Había volcado en ella todo su odio y aversión por el mundo para que él aparentase ser el “chico bueno” cuando en realidad era el más malvado.
Decidieron dormir en el límite, sin entrar por seguridad, aquella noche. A la mañana siguiente, bastante tarde, se pusieron en marcha. Se esperaban bichos, pero no tantos. Combatieron con varias decenas de mosquitos y citocornios (una especie de jabalí mucho más agresivo) y gracias a ello, pudieron comer copiosamente. Por la tarde, buscaron algún lugar para pasar la noche, y al filo de la noche encontraron una caverna. Para la decepción de todos, sólo ese día, habían recorrido 16 kilómetros. Les quedaban otros 284.
Mientras pasaban los días, cada uno, fue evolucionando en fuerza, habilidades y agudeza en los que Alcoida podía recitar conjuros potentes de ataque y defensa casi a la vez. Cassandra dominaba la espada con asombrosa capacidad innata. Roberto salvaguardaba distancias con su rifle de largo alcance y Fran se escurría entre las ramas para atacar a los enemigos por la espalda. Salvador, por su parte, se decantó con su pistola mientras pudo. Al vaciarse sus cargadores tuvo que usar una de las espadas que llevaba. Como la que le regaló su padre era demasiado corta, prefirió la del Alcalde de Agreste. Su inconveniente mayor, el peso, se compensaba por la tremenda fuerza de sus golpes. Y, si no reaccionaba a tiempo, allí estaba Cassandra, ayudándole. Los hermanos Medios, que porteaban la mayor parte del equipaje, se defendían con una lanza que Dando fabrico en el bosque y un enorme martillo que Dando salvó de la casa. Era el arma de Mirella, y la usaba bastante bien.
Combatieron durante 4 días y estaban a unos escasos 90 kilómetros de la salida cuando, tras una lluviosa noche, Dando desapareció sin dejar rastro. Salvador intuyo una trampa a las primeras de cambio y pidió a los 6 restantes que siguieran el camino hacia la salida. Él se adentraría en el bosque para buscar a Dando, desandando el camino.
Pero no tardó más de una hora en percatarse, que algo no marchaba bien.
De pronto se vio rodeado de personas vestidas de camuflaje y bien armadas con rifles. Sabía bien lo que eran. Sus perseguidores. Los caza-recompensas de Halaria.
- Deja las armas en el suelo – instó uno de los cazadores.
Salvador sólo alzó las manos
- ¿No nos oyes, cabronazo? – Grito otro - ¡Tira tus armas ahora mismo!
- Tiradlas antes vosotros
La parsimonia de sus palabras y la osadía que ello implicaba, agotó la paciencia de algunos hombres que, de inmediato, dispararon. No sabían con quien se estaban metiendo. Con las manos en alto, le resulto fácil desenvainar las espadas que llevaba a su espalda, ocultas a la vista. Describió un círculo y el acero repelió las ráfagas de los rifles. Agachado y medio oculto entre la maleza, se impulsó con los pies hacia las ramas y de ellas a los hombres armados. Le basto un corte a cada uno para que dejaran de desistir. Contó a 15 hombres en total.
- Que raro… Había contado a uno más – percibió Salvador al parar.
Fue cuando sintió un acero frío apuntando a su frente. Víctor Vacío permanecía en alza mientras que Salvador, no le había dado tiempo de levantarse.
- ¿Qué demonios quieres? – preguntó el Aimier.
- Matarte… - dijo en tono neutro su enemigo
- ¿Y porque no aprietas el gatillo? – le espetó. Pudo obsérvale la cicatriz en su mejilla. La que le hizo en aquel hotel. Víctor apoyo con furia su pistola en la frente.
- No puedo. Son órdenes
- ¿Y por que no las incumples? – le desafío Salvador
- Ya lo hice una vez, al dejarte marchar…
- Creo que fueron dos…
- ¡Tres!
A Salvador le sorprendió la cifra “¿Tres? ¿De qué habla?”
- En Tercer, cuando os habíamos rodeado, desaparecisteis por un pasadizo…
Así que fue él quien obligó a que su hermana destruyera su finca.
- Maldito hijo de puta… Tú has ido detrás de nosotros desde entonces
- Puede decirse que sí. Levántate… ¡Ya!
Salvador le hizo caso… Ahora estaba a su altura.
- Sabes, siempre he querido hacer esto…
- No me digas… ¿Siempre has querido palmarla?
Víctor grito de desesperación. A Salvador sólo le quedaba un poco más de tiempo…
- Y ¿Por qué no lo acabas aquí y ahora?
Víctor le disparó a bocajarro. El disparo alarmó a los seis, que se habían detenido por oír disparos cerca de ellos.
- No... No puede ser – murmuro Alcoida.
De inmediato Fran se introdujo en el bosque con la intención de ir al foco del disparo. Cassandra se miro el anillo y empezó a manar lágrimas.
Aunque en un principio, Víctor le diera por muerto, fue la bala, al caer al suelo la que le devolvió a la realidad. Salvador había creado una barrera justo en su frente y había detenido a tiempo la bala.
De pronto, Fran apareció detrás del Aimier y cogió la espada de su espalda. Antes de aquel cruel asesino se hubiera dado cuenta, tenia media espada incrustada en su estómago.
Su hermano le había ensartado como a un jabalí.
- Perdóname… hermano
Y se desplomó.
Fran se postró delante de él y comenzó a llorar lleno de angustia. Había matado al único Montepez que le había enseñado la fuerza necesaria para defenderse. La fuerza con la que le había matado.
Salvador le echo una mano al levantarse. Fran estaba absolutamente desencajado.
- Creí... creí que te había matado – murmuraba el ermitaño
- Tranquilo, no tendrías que haberlo hecho tú... He podido solo...
Y, tras que Salvador sacara la espada del maltrecho cuerpo de Víctor, su hermano, Fran, le enterró a los pies de un nogal enorme. Siempre que pudiera, le iría a ver
Keitaro20 de agosto de 2009
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