Déjala Marchar,pero No Del
Todo.
Allí estaba él, sentado en el viejo sofá de su habitación, ese situado al lado de la cama, ese viejo sofá marrón del que ella tantas veces se había reído y había pedido que tirara. Pero él, siempre muy unido a los recuerdos y testatudo, se negaba a hacerlo, cuantos momentos había vivido ese sofá, que más daba que tuviera unos pequeños pelados en los posa brazos, seguía cubriendo su labor y además la cumplimentaba aportándole buenos recuerdos.Tenía la manía de sentarse con los pies cruzados y situados encima del sofá,una postura que le aportaba cierto aire de desorden a su imagen, realmente la que tenía, también, allí, en la oscuridad le acompañaba una taza de café, una de estas baratas que compras en el chino de la esquina y que no esperas que dure mucho, pero lo hace. Y en esa postura desordenada con un café en la oscura madrugada, él la observaba a ella, quien todavía dormía, desnuda, tapada con unas sabanas, las mismas sábanas que él llevaba semanas sin cambiar, simplemente porque subjectivamente creía que todavía olían a ella. Si te fijabas parecía que había pasado toda la noche en una batalla campal con las sábanas, por un lado se habían salido del colchón dejando ver parte de él, y por el otro lado ella asomaba la pierna agarrando entre sus brazos el cojín de la cama.
En esa postura casi cómica, no podía dejar de mirarla, casi le daban ganas de hacerle una foto, ella estaba tan agusto y a él le alegraba tanto verla así, con las mejillas chorreantes de baba y despeinada cual niña pequeña, se notaba que la confianza entre ambos le dejaba dormir a rienda suelta sin guardar su imagen ni su compostura. Pero desgraciadamente, esa imagen tenía hora de caducidad y no porque ellos fueran amantes de una única noche, sino porque él había decidido que ella tenía que cumplir sus sueños, y que si estos se hallaban a diez mil kilómetros de distancia lo mejor era dejarla marchar, aunque no dejarla del todo, solo momentáneamente, hasta que ella estuviera de vuelta o él en marcha.
