"Y aún recuerdo cuando Don Draper ganó la Guerra Fría"
Érase una vez un título cambiado
para no herir sensibilidades
tanto propias como ajenas.
El hombre que sabía demasiado
sudaba en pingües cantidades
menos risas que penas.
Nunca un equilibrio fue tan poco ecuánime.
Las cuerdas de la arcaica lira de Apolo
vibran con el viento inclemente
que sopla con rencor latente
engullendo en cacofonía al astro solo.
Ya basta de paredes desconchadas
sin lustre pintadas, opacas de oficio;
ya de techos que alienan el mañana
y cambian la hipocresía por el vicio.
Miró al abismo, dulce y abrasiva patria.
Reflejo lejano, impía balaustrada;
miró, con la fugacidad de la desgana
y vio lo que los ojos del alma le negaban.
A golpes de verso y de icarias promesas
el hombre sudó, sediento de hambre;
sus besos ponzoña, sus lágrimas cerveza.
muerto su hijo, Chernobil su padre.
Dejó de pedir disculpas a destiempo,
y de inclinar la cabeza con desidia,
prosternándose solo ante el cielo:
Atlas modelado en pos de la justicia.
Y concluye así la leyenda del hombre de la transpiración radioactiva.
Brillando, reluciente
feliz de vivir una vida
digna de que la cuente,
y dar la poca que le quede
a causas que no estén perdidas.
