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La Torre de Babel- Capítulo 4

Lucas Bravo descansaba. No hacía tanto tiempo que había dejado el ejército como para permitirse una noche de profundo sueño, pero al menos no sentía ninguna inquietud.
Un par de días antes, había recibido una visita.
Un extraño hombre, de nombre Dorado, le había entregado una serie de papeles, con el fin de que los leyera. Los documentos parecían un contrato. Un acuerdo al menos, por el que Bravo debía comprometerse a hacer lo que el abajo firmante le ordenara. Bravo suponía quién era el contratante. Pero Dorado había desaparecido sin dejar rastro, dejando al teniente pensativo.
Por puro divertimento, firmó los papeles, y se olvidó del tema. Pero dos noches después, cuando estaba descansando, escuchó un ruido en su habitación. Una sombra se movía en la oscuridad. Intentó encender la lámpara de su mesita, pero esta no funcionaba. Trató de coger el arma sobre la que siempre apoyaba su cabeza, y apuntó a la figura.
-Quieto ahí, hijo de puta.
El hombre no respondió.
-¿Quién eres?
El hombre siguió sin responder.
Bravo decidió actuar según la máxima de los militares clásicos: disparar primero, preguntar después. Pese a que escuchó como la bala alcanzaba al intruso, este no se alteró. Bravo vació el cargador, pero aún así no funcionó.
-Tan buen soldado como siempre, Lucas.
-Tú…
El extraño se adelantó, y la luz de la lámpara se encendió revelando su rostro. Roberto, el benefactor del desierto, con su mismo traje y su misma expresión cercana, miraba a Bravo con admiración.
-De no ser quien soy, estaría más que muerto. No me equivoqué contigo, Lucas.
-¿Qué quieres?
-Empiezas a creer en que soy real.
-Aún tengo mis dudas, pero dudo que aquel tipo que me entregó esos papeles y yo hayamos soñado lo mismo, así que…
-De modo que ya has firmado. Excelente. Me gusta seguir un orden, Lucas. Soy un hombre de negocios y para mí es muy importante el trato entre caballeros.
-¿Cómo capturaste a los terroristas?- preguntó Bravo. Su escepticismo rayaba en el desconcierto, pero intentó no ceder terreno al visitante.
-De la misma forma que me acerqué a ti, Lucas. Por medio de alguien.
-¿Por medio de quién?
Roberto sonreía. Le ofreció un cigarrillo a Lucas, que aceptó con impaciencia. Mientras lo encendía, Roberto respondió:
-No estoy solo en esto. Es lo único que puedo contestarte por ahora.
-No me basta.
-Lo sé. Te puedo prometer que esta noche te revelaré todo. Pero primero debo confirmar una vez más tu participación.
-Aún no sé de qué coño me estás hablando.
-Soy un hombre con un plan. Simplemente necesito llevar a cabo dicho plan, pero ciertos individuos no están dispuestos a permitírmelo. Un hombre llamado Aguilar, Ricardo Aguilar.
-¿El multimillonario?
-El mismo.
¿Qué podía molestar al mismísimo magnate por antonomasia? Aguilar era el tipo de hombre que si no se veía todas las semanas en el periódico compraba uno exclusivamente para él. Bravo decidió escuchar el plan de Roberto, no sin estar más confuso que antes.
-Aguilar controla todo. Hizo falta una serie de tratos con… otros personajes influyentes para poder llevar a cabo mi plan. Requiero de personas determinadas, con un perfil psicológico muy complejo. Y puedes considerarte afortunado, porque tú eres uno de ellos.
-¿Yo soy uno de tus hombres?
-Sí. Aunque con el tiempo, te darás cuenta que eres mucho más que un hombre.
-Llevo escuchando gilipolleces desde que llegaste y aún no sé quién eres, ni cuál es tu jodido plan. Únicamente sé que estabas de verdad en el desierto, que conseguiste atrapar a los que mataron a mis chicos, y que estás tan loco como para ponerte en contra de Aguilar.
-Entonces ahora escúchame bien. Tu trabajo comienza mañana. Duerme, y mañana, pronto, levántate. Recibirás un mensaje que te indicará a donde debes dirigirte. Una vez llegues, una señorita te dirá el siguiente paso. Dile que vas de mi parte. Tú y yo nos veremos en un par de meses.
-Dijiste que hoy ibas a explicarlo todo. No te irás sin hablar.
-Cierto- dicho esto, se acercó a Bravo y puso la mano en su frente. El teniente gritó de dolor, y se desplomó en la cama.
Roberto retrocedió, apagó la lámpara y guardó en su chaqueta el contrato firmado. Sonriendo, rebuscó entre el equipaje del teniente, hasta que encontró lo que buscaba: la fotografía. En ella Bravo aparecía más joven, con sus hombres alrededor. Los bordes de la misma estaban chamuscados, pareciendo como si fueran a quebrarse en cualquier momento. Después salió de la habitación, caminando escaleras abajo del hotel como un espectro, sin ser visto.
Fuera le esperaba un coche. Una mujer rubia estaba sentada al volante.
-¿Ya está?
-Sí. Ha firmado.
-¿Cómo es? – preguntó la doctora Caballero. Roberto le pasó la fotografía.
-Parece fuerte, no está nada mal. ¿Crees que podrás?
-Conseguí traerte a ti. ¿Sabes que no tienes mucho tiempo, verdad?
-Unos meses. Suficiente. Aguilar mandará a alguno de sus hombres detrás de mí.
-No hará falta.
-¿Por qué lo dices?
-Tú misma te entregarás.
-Quieres un suicidio. Era de esperar de ti.
-Solo porque es necesario. Has visto lo mismo que yo. Y conoces tu destino.
-¿Y si el profesor falla?
-No lo hará. Confío en él.
-Y yo no confío en ti, Gallardo. Tu plan tiene solo una entre un millón de posibilidades de salir como quieres.
-No siempre uno consigue lo que quiere. Pero de algún modo, funcionará. Arranca, Elena. Dorado nos espera.
Luko179122 de julio de 2012

1 Comentarios

  • Kafkizoid1

    Buena, me gusta esa acción, con balazos, ninjas, organizaciones secretas, terroristas, policías. ME GUSTAAA jejeje Saludos Cordiales :)

    24/07/12 12:07

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