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Mamá, Mate al Gato.

El felino era nefasto, su cola blanca paseaba entre mis piernas mientras maullaba a su conveniencia. Era un hipócrita, el odio hacia él incrementaba con cada segundo que pasaba, deseaba zarandearlo y mostrarle lo mucho que me hería su comportamiento.
Recuerdo esa tarde de verano en la que lo vi por primera vez, en un escaparate de una tienda de mascotas. Estaba en una jaula lamiéndose la pata blanca, mi mano golpeo el vidrio atrayendo su atención y sus ojos verdes solitarios examinaron mi vestido rosa. Mi alma cayó en picada, era un minino solitario y atormentado. Tenía que sacarlo de ahí y silenciar a sus demonios, tenía que dejarlo ser libre, cuidar de él y espantar sus pesadillas sangrientas que lo atormentaba cada noche. El gatito tenía que ser bueno. El gatito era bueno.
Esa misma tarde la bola de pelos me acompañaba a casa, estaba segura que seríamos los mejores amigos, nos cuidaríamos y no nos dejaríamos vencer, las voces pronto dejarían de sonar en la cabeza de Ares. Ares estaría bien junto a mí.

Ares era un mentiroso, había destruido mis muñecas, sus cabezas estaban esparcidas por mi habitación y el felino descansaba en la cama, justo en el centro. Maullando. No mostraba ningún síntoma de arrepentimiento. Miau, Miau. Una y otra vez. ¿Qué había hecho mal? Había espantado las voces de la cabecita de Ares, él no tenía motivo para ser malo ¿Acaso no me quieres? ¿Acaso no me amas como yo a ti? ¿Por qué quieres lastimarme? Ese te convierte en un gato malo. Y no me gusta. No me gusta para nada.

Ares y yo estábamos en el jardín. Mi madre nos miraba con reproches. Ares había destruido sus rosas, no podía culparló. Las rosas eran feas, eran vanidosas y querían la atención solo para ellas, sus bonitos colores eran un camuflaje pero sus intenciones eran palpables. No quería escuchar los gritos de mamá, Ares se estaba enfadando. Él volvió a ser malo, pero lo hizo por mí. Le conté cuanto me desagradaban, que no quería verlas, y él las mato. Por mí. Estaba siendo bueno de nuevo.

¿Por qué me obligaste a hacerlo, Ares? Todo fue tu culpa. Era de noche y Ares se acercó a mi cama y su cola hacia cosquillas en mi nariz. Miau, Miau. Al abrir los ojos el verde de los suyos me miraban impacientes. Se recostó junto a mí, lamiendo mi cara. Miau, Miau. Los maullidos no cesaban. ¿Tienes hambre, Ares? Bajé a la cocina con Ares en mis brazos, le serví su comida preferida y al instante salto a devorarlo. Pasado los minutos, su cuenco estaba reluciente. Ares estaba satisfecho. Era hora de dormir. Extendí los brazos hacia él, pero se rehusó. Trata de tomarlo pero escapó de mí. Me había utilizado. Pedazo de hipócrita. No me amas como yo a ti. Eres un gato malo de nuevo. Necesitas un castigo.

La sangre salió disparada en un chorro mientras incrustaba el cuchillo en su pelaje blanco, tiñéndose de carmesí. Una más, el rojo recorría su cuerpecito. Te lo mereces, Ares. Así no serás un gato malo de nuevo. Así las voces dejarán de sonar en tu cabeza. Te odio, no, no, te amo, por esto hago esto ¿Lo sabes verdad? Trato de salvarte.
-Ally, ¿Qué hiciste?
-Mamá, mate al gato.

Meralinarriola206 de diciembre de 2016

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