Que patético me encuentro,
frágil y sombrío,
Con reflejos lunares,
Que avivan el fuego innato,
De tus caderas de barro,
De tus pechos volcánicos,
¡Oh, Que bello manjar de Dioses!
Y un sol que ha muerto,
Me envuelve en su maraña,
De ansiedad, calor y tempestad,
mientras en tu sabor carmesí,
Me pierdo con llamaradas,
con instantes ambiguos,
con gritos ensordecidos.
Fuego implacable es tu piel,
soy relámpago perdido,
en tu follaje de mujer.
Fruta fresca me deleita,
En besos intactos,
Rituales de mágicos rocíos,
Deambulan sobre luz de noche,
Bebiéndose tu desnudez.