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Miradas DespuÉs Del No

La realidad suele ser triste y cruel. Y eso lo llevo a cuestiones de amores no correspondidos, donde me ha tocado ser testigo de los relatos más tristes (de esos que uno no quiere escuchar) que hacían chiquitos mis patéticos fracasos.
Pero en esas historias, si hay algo que vi hilvanarse casi como repetición: es la mirada triste y desgarradora del "cuando no se dá, no se dá".

Compañero de secundaria, uno de los tipos más buenos que conocí, un pan de Dios, en esos tiempos donde empezamos a descubrir el mundo, él se vio enamorado de una compañera, casi desarmándose cada vez que la veía pasar, o al hablar, o en la distancia desde donde la contemplaba. Ya juraba que era el amor de su vida mientras sus ojos se le enjuagaban de sueños. En fin, pasó un tiempo hasta que tomó el valor suficiente para ir hasta ella y decirle lo que sentía...la respuesta fue un no. Creo que jamás me animé a describir ese dolor que le siguió a la historia.

Tímida, de aires tristes en su andar, una buena muchacha que un día se decidió y atravesó literalmente toda una ciudad caminando, sonriendo, pensando en las infinitas y posibles reacciones a un no o un si. Ya Parada en la vereda de quien amaba en silencio, le dijo todo aquello lindo que sentía por él. El desconcierto del muchacho anticipó el no... más la pregunta del porqué si sentía todo lo expresado, ella no lo había tratado bien en todo ese tiempo que compartieron momentos. No sabiendo como responder, se fue.

Imaginen el yerno perfecto: un buen chico, trabajador, atento, amable, de esos que las madres quieren para sus hijas. Hizo trabajo de hormiga, meses preparando el camino para un día caer con serenatas y flores a pedirle ser su novia (si,a la antigua) en la puerta de su casa. Ella ni siquiera se animó a salir, desde atrás de una cortina no pudo disimular ver, como su madre le pedía disculpas en su nombre por ese maldito no. De ese llanto se habló mucho, siendo un puñal para los que lo querían y ni hablar para él.

De los tipos más locos en cuanto a jugarse por amor haya conocido, gastó hasta lo que no tenía para comprarle cosas a quien le daba esperanzas a escondidas con besos mezquinos y promesas lejanas. Hizo pasacalles para caminos que ella transitaba, flores de a montones, regalos caros, grafitis de "te amo" en paredes cercanas a su casa. Algunos dirán un enamorado inquieto, o, un obsesivo acosador, siempre desde el ojo que lo mire. En fin, un día (como cualquier otro) llegó a la casa de sorpresa y fue la madre quien lo detuvo en la vereda para avisarle que había vuelto con el ex, ese mismo que la maltrataba y fue causa de tantos llantos. Se fue para nunca volverla a ver.

No sé, no sé que pasa en nuestras cabezas para que unos si y otros no, sin dejar de preguntarme quien hace las ecuaciones en el universo para que los hilos rojos se aten de modo tal que algunos no lleguen a ser parte de uno de los extremos. Esos algunos a los que el destino les tatua la premisa del "cuando no se dá, no se dá", o dicho de otro modo, la premisa del "cuando no se es, no se es".
De allí nacen historias, muchas que andan revoloteando en busca de oídos que calmen sus penas. Y quizás todos tenemos una (y hablo de esa única historia, no más), la que nos perseguirá por el resto de nuestros días y a la que seguramente (en su momento) le hemos apostado nuestra mejor imaginación de una vida feliz que no sucedió. Y en todo ese cuadro, una mirada, esa mirada que queda después del No, y de la que nunca volvemos a ser los mismos, y por supuesto, por la que ya no volveremos a mirar igual.

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Ram08415 de octubre de 2020

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