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Amor En Tiempos Afeitados

Nunca supo si fue la casualidad, una coincidencia o solo una tontería de sus fantasiosas combinaciones neuronales.
Todo empezó el día en que ella hizo un comentario frente a sus amigas, estas lo trasladaron hacia otras personas (familiares y conocidos) hasta que por esas autopistas comunicacionales llegó a los oídos de Pepe, su mejor amigo. "Me enteré que a ella le gustan los tipos afeitados", fueron palabras suficientes para que lo llevaran a tomar una de las decisiones más difíciles de su vida.
Su barba tenía más de año y medio creciendo en paz, no creía en recortes y mucho menos en dedicar tiempo a maquillar algo que necesita su propia libertad de expresión, para él, mientras estuviera limpia le valía. Era sabido su aprensión hacia los que no escatimaban esfuerzos para lucir barbas de películas más de lo que la naturaleza quiere que luzca, incluso el uso de las maquinitas eléctricas ya le parecía un insulto al cuerpo, y ni hablar de aquellos detallistas y reproductores de modas extranjeras. Era como que le nacía un instinto casi violento, que en sus propias palabras lo definía como unas ganas tremendas de pegarles un cachetazo en la nuca y despertarlos al grito de: "¡Carajo, dejen la coquetería de lado y compórtense como verdaderos hombres!". Afortunadamente para el resto, ese instinto jamás salió más allá de sus pensamientos.
Frente al espejo y con su cara llenándose de vacíos, recordaba la última vez que se había afeitado, y que no le traía imágenes agradables, ya que fue la vez que cayó preso de una compleja enfermedad que lo dejó tirado en cama un par de meses.
Sabía que tenía pocas chances de ganar su corazón, y cuando se anda con esas ideas en la cabeza, las locuras suelen tomar el control de la situación. Y lo hicieron. Y lo hizo. Se afeitó. Y a partir de allí una serie de eventos desafortunados empezaron a ocurrir en el mundo (¿Tal vez, a consecuencias de su acción?, ¿Teoría del caos? o ¿Acaso un simple juego de asociaciones?). Primero comenzó con la derecha accediendo al poder, luego siguió perdiendo su trabajo y consiguiendo aquel que lo exprimía de rutinas y úlceras, su equipo favorito apenas arañó la mitad de la tabla en cambio su archirrival anduvo de rachas ganadoras que lo llevaron a conquistar copas internacionales, su banda favorita tras largas peleas mediáticas decidió ponerle punto final a su música, se iniciaron 5 guerras en simultáneo en diferentes puntos del planeta, el chocolate se disparó a precios que asustaban, la tecnología avanzó para mal, la humanidad retrocedió, un perro lo mordió y entre la miscelánea de hechos que fueron oscureciendo el mundo, hubo una que marcó con fuego un párrafo importante de su historia. Aunque nunca le simpatizaron los reyes (uno de esos con atuendos dorados y sin barbas que viven al otro lado de la realidad), por acercarse a saludar a un panda (en teoría) inofensivo, recibió una paliza lo suficientemente sangrienta como para terminar en la tapa de todos los diarios del mundo, incluido en los que llegaban a su ciudad, causando el espanto en algunos, la sorpresa en otros, la indiferencia en muchos, pero sobretodo generó una gran carcajada de Gustavo, un albañil que nunca conoció, pero que por sus espasmosos movimientos risueños, pateó un balde que cayó de las alturas a una velocidad peligrosa para quien justo en ese momento pasaba por debajo acariciando su mentón afeitado.

Estuvo un par de semanas inconsciente y otras tantas tirado en la cama recuperándose del golpe, con el tiempo suficiente como para reflexionar toda su vida. Llegó a la conclusión de que había sido el peor año de todos, que ya nada podría superarlo, salvo la muerte. Y respiraba confiando en que lo peor ya había pasado. Que ingenuo, subestimar al mundo que aún no había terminado de dar la vuelta al sol.
Pasado el tiempo de recuperación, se halló en esas fastidiosas reuniones de fin de año contando su anécdota de haber sobrevivido al infortunio en su cabeza... cuando la vió llegar. Hacía tanto que no la veía, que hasta le hubiera encantado decir que se había olvidado lo hermosa que era, pero no, eso no se olvida. Luego de una pausa para tomar aire después de tamaño suspiro que lo dejó sin habla, lamentablemente, también lo vió. A su lado. Era un tipo barbudo, pero con esas barbas asquerosamente cuidadas, esas con detalles quirúrgicos cerca de la patilla y lineas rectas en los cachetes. Estaban allí juntos, tomados de la mano. Ella le acomodaba su corbata, y él le acariciaba su largo cabello mientras se sonreían con esas sonrisas que vienen para escribir historias eternas. El balde en aquel momento, ya no era el dolor más intenso que había sentido en su vida.
La odió, lo odió, se odió, odió el mundo y mucho más odió el tiempo que calculaba debería pasar para que crezca en su cara un puñado desordenado de pelos que lograran tapar la tristeza que dejaba el saber que ya la había perdido. Se escabulló entre la multitud, se perdió un rato entre el mar de rostros pelados y felices. Deambuló como deambulan los que se sienten como sapo de otro pozo, y cuando quiso escapar del lugar, ella lo detuvo frente a la puerta de salida, para desarmarlo en mil latidos...
-"Hola, no te había reconocido así afeitado", le dijo sorprendida.
-"Me afeite por vos", susurró y se fue sin dar explicaciones.


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Ram08425 de enero de 2016

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