Aparecen los primeros rayos del alba, y ahí está, un guerrero olvidado con el que nadie cuenta, las heridas marcan su piel y los pecados atormentan su mente, pero ahí sigue, inmovil, como las montañas eternas que contemplan nuestra existencia.
Parece que todo ha terminado pero una vez más, se levanta, "¿que vás a hacer viejo guerrero?" me mira y en sus ojos se muestra el cansancio de batallas muy duras pero también se observa ese brillo indomable de antaño que le hizo llenar su alma con días de gloria, no contesta.
Solamente se pone en pie, siente el peso de los errores, siente el dolor de tantas heridas pero agarra fuerte su espada... su mano se adapta a la empuñadura, esa sensación familiar de comodidad y comienza a notar la vida volver a vibrar por cada centimetro de su cuerpo, a recobrar la furia y la fuerza que arde en su interior.
Con un escueto "adios", siendo consciente de que no retornará, avanza hasta otra batalla, posiblemente su tarea es imposible, todo juega en su contra, el destino, la soledad, avanza despacio y en la lucha hay que ser rápido, pero no le importa, él no se detiene mientras yo le miro preguntándome de donde saca el valor.
No te rindas viejo guerrero, que tu último suspiro sea el grito de la victoria y que tu espada repose solamente cuando hayas vencido a tus demonios, descansa en paz solo cuando hayas ganado esa batalla que te aguarda.
