Te lo hubiera dado todo. Hubiéramos sido los más felices, más aún de lo que ya lo eramos. Habríamos tenido una casa enorme con jardín o un pequeño pisito con mucho encanto, lleno de ti y de mi. Te lo hubiera dado todo. Ni Don Quijote ni Dulcinea. Ni Bécquer y su Julia Espín. Tú, y yo. Sí los bares de esta ciudad hablaran, sabríais de lo que hablo. Te lo hubiera dado, todo. Quizás el amor, vaya de lo que teníamos, de reírnos juntos. A ver si va a resultar, que va de eso y estamos todos aquí intentando buscarle tres pies al gato. Siempre pensaré que el amor es hacerse reír. No es justo, lo sé. Igual no hay ninguna razón. Me mentiría a mi misma si te dijera una. Aunque ahora no me creas, sigo pensando que eres el amor de mi vida. Creía en eso de que mañana sería feliz así, con o sin jardín, con o sin perro, contigo, aquí o en la china. Pero parece que a veces necesitamos descubrir china por nosotros mismos. Yo, que te lo hubiera dado, ahora necesito dármelo a mi antes. Yo, que te hubiera dado café todas las mañanas, que no es poco. Quizás podría habértelo dado a ti, y a mi, pero no fue así. Quizás, en este caso, el orden de los factores si altera el producto. Supongo que ya se me pasará lo de morirme de ganas. Lo de echarte de menos, no lo sé. Algunas veces nos marchamos, y no siempre es porque queramos. Una retirada a tiempo es una victoria, o eso dicen por ahí. Puede que sea de cobardes marcharse ahora, cuando estaba claro que hubiéramos sido los más felices y que yo, yo te lo hubiera dado todo. O puede que sea de valientes, no hacerte más daño, o no hacerte más feliz dentro de lo que se había convertido en una mentira. Y no te equivoques, lo nuestro era de las cosas más verdaderas que he conocido nunca. Pero ya te lo he dicho, a veces, necesitamos descubrir China por nosotros mismos.

Seguir AutorRecomendar Texto Agregar a Favoritos