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Cap.3. Cerca Queda El Raval

El cansancio hace mella en las hermanas. No pensaron en la vuelta al hogar. La Boquería entrega demasiados manjares suculentos, como para llenar los ojos antes que pensar en el pesar de los brazos. Llegando a “La Granja Viader”, en la calle Xuclá, la bifurcación de ramales, encrucijada de caminos, agolpa en riadas de viandantes de lo más dispar. Desde paseantes peliagudos hasta viajantes accidentados. Lo típico abunda, ser especial invade a lo original. Lastima que lo vulgar este en todos los barrios y más encontrándose como en dicha calle, un monumento a la exquisitez. Sobre todo tratándose de la Granja, patrimonio de la humanidad más metropolitana.
- Marta estoy agotada. Mira allí esta La Granja. ¿Que te parece un Cacaolat?
- Más bien son horas de una cerveza, pero hace tanto que no saboreo ese aroma a chocolate recién hecho.
Las sensaciones compartidas de múltiples generaciones, las trasladan sin darse cuenta a un viaje en el tiempo, varias evocaciones se agolparon a la memoria. Apiladas de golpe nada más poner el primer pie en Viader.
-¿Sabes que el primer Cacaolat que se sirvió fue aquí? El dueño de entonces con la colaboración de un químico Húngaro lo puso por primera vez al público.
- Carmen hija pareces una biblioteca andante. Así como me vas a encontrar novio. Como no sea un catedrático en historia del arte, te vas a llevar lo que yo te diga.
- Pues si, imagínate hablando con el catedrático de su original diseño modernista, lo interesante que sería. Algo que a ti y a tu actual pareja ni se os ocurriría. Comentarios sobre sus cuadros, sus fotografías e imágenes de otras épocas. Catedral de la historia de Barcelona para el chocolate a la taza. Enriquecimiento del saber. Ambientación que nos rodea, de eso nada de nada, claro esta. Hermana del alma mía. – Carmen al igual que su gemela, posee un carácter fuerte haciéndola salir a la defensiva. Por supuesto que tenía ya bastante a diario, con la estupidez de otros para que también la asaltara su hermana con tantas otras sandeces.

Mientras Carmen sujetaba la puerta de entrada para que pasara Marta. El suelo envuelto en cerámica relucía incólume, intacto por el paso de tantas décadas. Sus puertas abrieron por vez primera en 1904. Tomaron asiento en una más de tantas mesas de mármol con sus antiguas sillas de madera, al lado de uno de los ventanales.
- Bueno Carmen cambiemos de tema, mejor será. ¿Te ha fijado en el chico de enfrente? Tiene una mezcla a Alain Delon con el cantante valenciano Francisco, que quita el hipo.
- Alain Delon, que adonis. ¿Sabes que poco después de alistarse en el Ejercito Frances, participo en la batalla de Dien-Bien-Phu?
- Ufff...
- ¡Que! Historia general del mundo cinematográfico, no es para sulfurarse tanto.
- ¡Ya te vale Carmen! Vamos ha pasar un buen rato, distraídas las dos, no tu sola.

La combinación de ambas celebridades hecha por Marta se dio cuenta del ir y venir en la conversación de ambas, ya que la lejanía entre las mesas era mínima. El nuevo Alain Delon cantante, guiñó un ojo a Carmen entre una mueca, mímica inesperada.
- Valla Marta tu y tus ocurrencias. Que el Francisco se ha dado cuenta y nos ha salido tenorio.- Su tono de voz era tan suave que apenas rozaba lo perceptible.
- ¡Me lo pido! ¡Pero si se le van ha romper los botones de la camisa y no de grasa! ¡Que pecho de lo más vigoroso!
- ¡Que te calles! ¿Pero tú estás loca? Que nos esta oyendo, pedazo de demente. A primera vista no tiene nada que ver con Kowalski en “Un Expreso llamado Deseo” pero que apetito entra al verlo, y no ha chocolate, ni a Cacaolat precisamente.
Carmen se iba caldeando a si misma sin darse cuenta tras ese comentario. La más minima idea de que perdía por segundos el autocontrol, la turbaba. Dominio que gustaba en conservar por todo momento, el que la mantenía más segura de sus actos. Se preguntaba asta donde este don Juan de al lado las pillaría a la primera. Daba la impresión de estar muy espabilado. Avergonzada se le amorataban los inesperados coloretes, las mejillas se encendían por momentos.
El cóctel de galán levanto una de sus manos en gesto de llamar al camarero. Mientras este se curvaba levemente recogiendo la mesa, inclino la cabeza escuchando atento su mensaje.
Volvió a quedarse solo, mirando fijamente a Carmen. Se encendió un cigarrillo, lo mantuvo al filo casi de sus dedos. Situándolo en su mano derecha a la altura de la boca, pero sin tocarla. Esta seguía enfrascada en sus frenos revueltos. La inspección no le daba tregua, sus ojos intensamente azules como el mar se incrustaron perpetuamente en toda su figura. No recordaba a hombre alguno que la hubiese mirado de tal forma. Percibió la fuerza enérgica de su mirada, casi pasional y enigmática. ¡Es un extraño! le advertían y exclamaban sus pensamientos sellados. ¡No ves que te esta hipnotizando! Sin duda alguna, ahora mismo era Delón. La primera impresión había desaparecido. Su cantante favorito, Francisco, se había quedado para siempre en Alcoy, donde nació. Alan, ahora es Alan. Para su interior, algo inalcanzable. Dulzura de gestos delicados. ¿Como transmitir todo esto, solo observando una ventana? ¿Sería la seguridad que emanaba de si mismo? Pose y ademanes distantes, formas suspensas en la nada, muy a la francesa. Estaba tan quieto. Guardando y concentrando una línea idealista, imagen fiel al protagonista “Le Samurai” de Melville, año 1967. Secuencia a secuencia, tan bien grabada en su mente. Envuelto en ese traje oscuro a rallas, impoluto, sin mancha alguna, al igual que aquel interpreté. Faltaba el sombrero a lo gangster para sombrear algunos ángulos de su cara, tocando así la perfección en aquellas míticas escenas que la apasionaron y cautivaron de tal manera.
- Señoritas disculpen. El señor ha pagado su cuenta.

Una se quedo mirando a la otra sin pestañear. Volvieron la cabeza hacia Alan, sin encontrar palabras, ni una sola que las hiciera arrancar con valentía. “Encima era un caballero”. Se soplo la una a la otra. Sus poderes telepáticos chispearon unánimes, al unísono. Avivados no por si solos. Únicamente cuando entraban en escena. Haciéndose cargo de ellas, el nerviosismo y la excitación. Marta fue, como no, la primera en descorchar el champaña. La curiosidad siempre fue una de sus más altas debilidades. De las dos, era la más descarada. Nunca existía el temor al tocar lo desconocido, ante un extraño, como era el caso, ni a nada, ni a nadie.
- Gracias Alan. Que diga... ¿pero que digo?... – “Uff que metedura de pata, sino ha dicho aun su nombre. ¡Houston tenemos un problema!”. Le transfirió en ondas invisibles a su hermana. La ansiedad ante lo inesperado, estaba consiguiendo que empezara a meter la pata.
- Pues no andáis muy lejos si lo traducís, pues mi nombre es Pere, o Pedro, como mejor queráis.
- ¡Que bien! Pues mira, esta es Carmen. Mi hermana gemela como podrás darte cuenta, solo que una morena y otra rubia. ¿Que tal soy Marta? Encantadas. – Le extendió la mano a medida que se levantaban ambas y se iban presentando. Una sonrisilla nerviosa y conectada a la vez, broto de sus labios.
- ¿Venís muy a menudo por aquí? Es la primera vez que he pisado este sitio, por asuntos de negocios, aunque no me arrepiento de haber conocido esta preciosidad de sitio, de...personas...-Iba haciendo una pausa a drede a medida que acababa la frase y señalaba el espacio que le rodeaba, inclusive a ellas.
- ¡Oh! Pues si, muy a menudo, mucho, mucho. ¿Eres de Barcelona, quizás?- Carmen le dio un empujoncito disimulado y le mando en su código Morse particular un: “¿Pero te has vuelto majara, si hace siglos que no pisamos este sitio?”.
- Soy de Girona, de la capital.
- Porque no te sientas un momento con nosotras, si quieres, claro. –“¡Pero Marta, que no lo hemos visto en la vida, por muy bueno que este! ¿No has visto lo pálido que tiene el cutis y si fuera un vampiro trasnochado?” “¿Vampiro trasnochado, tomando el aperitivo de las doce del medio día? ¡Que! ¿Ha plena luz, por muy plomizo que este el cielo hoy, para tostarse las ingles verdad? Tu si que estas como un cencerro, Carmen de mi alma”.
- Bueno si que lo desearía, pero no puedo. Tengo que trabajar, había salido de la empresa solo para el aperitivo de la mañana, ese ratito de descanso que nos dan ha algunos ¿Ya sabréis, no? Aunque si queréis, mañana vengo a la misma hora, o media hora antes. Me quedaré por aquí cerca una semana. Bueno ya sabéis.-Se despidió mandándoles una sonrisa con su mirada descarada e insolente, aunque sin lugar a dudas, le quedaba fresca y desvergonzada, ese modo que tanto gusta en la primera impresión a algunas mujeres y más siendo Alan Delon. A las hermanas sobre todo pues era su prototipo de galán varonil.
- Bien, estupendo. Espero que nos veamos, no te lo podemos asegurar con certeza, pero si podemos, haremos una escapadita.-Marta de nuevo salio hacia adelante, sin corte que valga. Para Carmen esto era una declaración afirmativa y certera que se encontrarían muy pronto.

Volvieron a sentarse, sin apenas tensión alguna. Detuvieron su mirada al verlo marchar, desde la cristalera del ventanal. A esto, una señora rolliza y corpulenta, pasada la mediana edad, que tomaba pastas junto a un grupo de amigas, similares a ella y que se encontraba a su lado, les comento.
- Buen partido. ¿Verdad chicas? Es apuestísimo, a nosotras nos recuerda a ese actor de cine, Alan Delon, es clavado a el. –Otra, que se encontraba al lado de esta, les comento igualmente.
- Pues yo me sigo quedando con mi Pau, la verdad, que queréis que os diga. El Pau es de esa clase de hombres brutotes a lo Charles Bronson, que tanto me quitan el sentido.

Después de compartir unas palabras amenas, de carcajada en carcajada con las señoras, emperifolladas al máximo, ataviadas con sus abrigos, algunas con el de visón, dando la impresión de un osito salido antes de tiempo de su letargo invernal. Salieron a la calle del Xuclà, ataviadas con las bolsas del mercado.
Antes de torcer la esquina, observaron a lo lejos la figura de su tío Michel. El no se fijo en ellas, estaba ensimismado mirando un papelillo, o algo así les pareció. Les extraño verlo de vuelta. Creían que iba ha arreglar algún asuntillo atrasado. Marta husmeo sus pasos unos segundos antes que entrara en la “Fonda Europa”. Que raro se les hacia, pues que se le habría perdido allí, si se alojaba en su casa, más no sabían que tuviera alguien conocido en esa calle, menos en esa “Fonda” de mala muerte.
Rocofredo17 de agosto de 2012

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