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Cómo No Puedes Ver Su Corazón

No sabía cuánto costaba, cuánto duraba o si simplemente era eterno. No sabia cuán falso podría ser, ni tampoco si siquiera existía en verdad.
Hasta ese día en cual los halló.
Era él y tenía una pieza en la mano, amor.
Sostuvo sus manos y juntos sujetaron la pieza, delicada en su propia naturaleza.
Al fin pudo saber que era real, al fin supo a qué sabía, qué aroma tenía, cómo lucía, e incluso cada sonido que producía.
Un día cualquiera, manchas grises se hicieron visibles en sus rostros, marcas que parecieron estar hace mucho incrustadas bajo su piel.
Sintieron temor y rechazo uno por el otro, se alejaron y la pieza se les soltó.
Era una pieza que producía reflejo, compuesta de dos partes que al golpearse contra el suelo se dividieron y ya no fue más una. Ya no era, se perdió.
Como un regalo del otoño, un sabio árbol, una nueva pieza les dió y nuevamente los encontró.
Desprolijos y débiles la cogieron, sin embargo, era diferente, esta necesitaba cuidarse con más dedicación. Necesitaba ser pulida además, para que pudiese producir reflejo y que así lograran notar, a través de ella, que aquellas manchas que los asustaron antes, estaban en ambos, de igual manera en realidad.
Simplemente debían limarla, pulirla juntos, perfeccionar y cuidar esa nueva pieza que la vida les había obsequeado como una oportunidad más, sin olvidar que en el camino, sus manchas podrían ayudarse mutuamente a atenuar.

¿Qué se hace con el recuerdo de su textura hoy? ¿Qué se hace con aquel sonido que aún sigue retumbandole en el alma?
Ha habido vacíos grandes en la vida, sin embargo, ninguno como el que eso causó.
¿Por qué cada vez que se le ensucia demasiado la cara a ella, te volteas, la dejas y te vas?
¿Acaso olvidas que aún sigue su rostro detrás?
¿Por qué cada vez que vas de camino al "No hay vuelta atrás" no te detienes a pensar?
Tantas veces ha soñado nunca tener que ver tu espalda al caminar.
Que te pares por delante, mires sus ojos y seques la frustración que le produce aún no poder quitarse esas marcas de su propio rostro. Que seques esa frustración y dolor que rueda por sus mejillas cada vez que pareces no soportar ver que las tiene.
Porque tu tienes tus manchas igual que ella, y ella es tan vulnerable como tú, está un poco perdida igual que tú y lucha y trata de despejar su rostro, cada día, al igual que tú.
¿Es que no lo sabes? Sólo quiere que te quedes igual que ella se queda pese a tus marcas y cicatrices.
Que seas capaz de verla bajo ello, como ella te sigue hallando a ti.
Sólo quiere que entiendas que la lastima tenerlas, igual que las tuyas te lastiman a ti.
Desea saber que ves todo su valor, el peso de sus batallas, la anchura de su valentía, lo dulce de su compañía, la pasión con la cual, sólo a ti, te puede mirar, la suerte de tu vida mezclada con la suya. Como ella lo hace.
Hallaron tantos tesoros juntos, ¿Dime quién los ha de conservar?
Dile cómo volver a empezar, cómo se quema un recuerdo, una caricia.
Dile cómo acallas tu dolor porque el suyo le está gritando.
¿Cuántas veces fuiste tú el sostenido? ¿Cuánto tiempo te regaló?
Cuando tu rostro estuvo tan sucio que apenas alguien te conoció. ¿No fue una regañada y un abrazo sanador lo que ella te dio?
Dime ahora, si es que es mucho lo que te pesan esos zapatos, que no eres capaz de detenerte, dejar de correr lejos y quedarte a verle el valor a tan única unión.
Soledadgris22 de mayo de 2016

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