Y aquí viene la última, la última porque tú quieres, porque si por mi fuera, la vida sería un escribir y borrar de mi boca a la tuya. Tú boca, que me siento un pájaro si la rozo, una de esas enamoradas golondrinas de Bécquer, que te canta poesía versando uno a uno tus besos. Tus besos… que el corazón me da un vuelco si no tengo mi dosis diaria.
Y lo cierto, es que sigo aquí sentada, amenazando con mi huida, reprochando los reproches, y pienso en todo aquello de “si me dices ven lo dejo todo, pero dime ven”, aunque prefiero que me susurres al oído un “no te vayas”, seguido de besos bañados en licor; que hoy hay barra libre de caricias en tu vientre, y la noche se ha vestido de gala para nosotros.
Te deseo risas con lágrimas y amor en todas las esquinas, noches en vela, que tu mente se desvele junto a la mía y sean ellas las inquietas. Y yo ya no duermo, que tu sonrisa me robó el sueño, y ahora te cubro y descubro con cada amanecer. Sigo amenazando… pero aún sigo aquí, y es que estoy esperando a que me cojas la mano y me des uno de esos besos con lengua que hacen que quiera vivir en tu garganta.
Pasamos el día recordando todo aquello que hacíamos, todo aquello que nos llenaba de luz, hablamos en pasado y seguimos confesando que la vida sin el otro no sería la misma; tan llena de flores, tan llena de tanto que no encuentro palabras que la definan. Pero para qué definir, si las etiquetas están arrugadas en el cubo de la basura des que entraste por la puerta de atrás, sin hacer ruido para evitar sustos.
Y te doy tu libertad, y también te regalo la mía, que somos más libres juntos y me gusta escuchar la voz del viento mientras leo; me recuerda a la tuya. Mira el mar, tan revuelto, tiene tantas olas que no se reconoce, y me pregunta a mi quien es, como si yo no supiera que el amor lleva tu nombre y las sonrisas también.
Los poemas son belleza en el aire, y tú eres todo aquello por lo que vale la pena escribir.

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