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La Mujer de Los Labios de Rojo

Pensó que tal vez debía de dejar de escribir sobre ella misma cuando su vacía vida se estaba convirtiendo en una excusa para abandonar la escritura, que tanto placer le aportaba. Pensó a su vez que ya era hora de madurar y empezar a inventarse historias sobre gente increíble a la que le pasaban cosas que a ella nunca le llegarían a pasar. Pero tenía un problema, no sabía escribir sin sentir, se había convertido en un ser egoísta que sólo encontraba placer cuando escribía unas líneas en las que se sentía identificada. Aun así lo quiso intentar, así que dejó de hablar de las mismas cosas de siempre, dejó de echar de menos a la misma persona de siempre y empezó a escribir historias en las que alguien siempre termina echando de menos a otro alguien. La protagonista de sus historias ya no ella vestida con su ropa de estar por casa, tirada en la cama con el ordenador sobre las rodillas intentando transformar sus pensamientos en impulsos mecánicos que hicieran que poco a poco una pantalla en blanco se fuese llenando.

La protagonista ahora era una mujer bajita, con los ojos claros, el pelo alborotado y los labios rojos. Todo lo que ella no era. Una mujer con un abrigo largo hasta los pies y unas botas con tacón entrando a un pequeño bar, pidiendo un café con hielo y sentándose en una mesa junto a la ventana del establecimiento. Una mujer que entre sorbo y sorbo de café desplazaba su pluma estilográfica por las líneas de un cuaderno, una mujer que escribía sobre gente que se echaba de menos, sobre personas que se quieren pero no se atreven a decírselo, sobre personas que se despiden, sobre cafés que se enfrían y cigarros que se consumen. Una mujer bonita, que parecía tener el mundo a sus pies cuando pisaba las hojas otoñales por la calle, pero que cuando entraba en esa cafetería se transformaba en la mujer que eternamente echaba de menos.

Le gustaba escribir sobre esa mujer que escribía, al igual que ella, pero de una forma más “sexy". Ya no hablaba de sus problemas, hablaba de los problemas de la mujer de la mirada decidida y los pasos seguros. No dejaba de ser una estrategia, una forma de ver el mundo un poco más justo a sus ojos, de pensar que las cosas malas no sólo le sucedían a ella, de pensar que estar triste, echar de menos y llorar podía ser algo romántico si lo hacías con un cigarro entre los labios. Pensar que la gente que parece interesante está en realidad envuelta de melancolía y que es eso lo que les obliga a encerrarse en un café a escribir, escondidos del mundo tras un fino cristal. Así, podía sentirse privilegiada, podía sentir que formaba parte de un grupo de gente incomprendida, pero que reciben el maravilloso premio de aprender a base de los golpes de la vida.

Era una estrategia, una bonita excusa que no iba a abandonar, ella seguía sabiendo que su vida era una mierda pero se consolaba con que a la mujer de sus relatos le sentaba bien sentirse triste. Las cosas le seguían saliendo mal, aunque la mayor parte del tiempo ni siquiera le llegaban a salir porque no se arriesgaba, pero le gustaba que la mujer de los labios rojos escribiera sobre ellas y las transformara en apasionantes historias de amor con un trágico final. Una estrategia inteligente, como la de escribir en tercera persona lo que en realidad corresponde a una primera. Pero es que se había jurado que ella nunca más escribiría sobre el amor, sentía que no lo merecía, porque en realidad nunca había sentido algo que pudiera llamarse así. También había jurado que nunca más escribiría sobre él, pero la mujer de los labios rojos no podía pensar en otra persona, así que inconscientemente le seguía dedicando todos y cada uno de sus relatos.
Soniasalvadorc22 de enero de 2014

1 Comentarios

  • Hellraiser

    que interesante, me gustó.
    la chica de labios rojos que escribe sobre su alter ego, siendo ella misma el alter ego de tu protagonista y a su vez, esta última como alterego tuyo propiamente dicho :S
    saludos.

    23/01/14 02:01

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