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AÑo 2012 + 1


Los años críticos van pasando como bombas de relojería (y ya van 5). Desfilan ante nuestros ojos agrietados a causa de los recortes, discurren áridos, como fúnebres imanes que se sustentan de egolatría y vanidad. Ahora llega el año 2013 (2012 + 1 para los fatídicos) y las noticias sobre lo que va a pasar durante dicho año ya se han pronosticado desde todos los medios de información. Por lo que a mí respecta, el año que acaba de comenzar ni será bueno, ni malo, ni regular… 2013 se irá perfilando según lo que nosotros hagamos, porque cada persona posee su opinión de las cosas, y eso quiere decir que todo es relativo, aunque yo en esto no esté de acuerdo (cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo). A mí más que vaticinar me gustaría ansiar con suma fuerza elementos básicos para una sociedad que se ve enajenada y malgastada a causa de las manos que ya no pueden agarrar con fuerza lo que es inherente al ser humano. Desearía, así pues, mayor equidad, una moral más sólida que nos enseñe –de una vez por todas- que las divisiones profundas entre credos, razas y fronteras solamente nos pueden llevar al conflicto, a la sinrazón, al hecho de alejarnos los unos de los otros, dando paso a una tensión que, por desgracia, hará que nos miremos a los ojos como extraños en un lugar común, cuando debiéramos ser iguales en un lugar de respeto, valorando nuestras semejanzas, arrinconando nuestras diferencias. Desearía que al fin creyéramos en nosotros mismos, quiero decir, en la fuerza y en la voluntad que posee todo ser humano para continuar adelante pese a las dificultades, sin tener que menospreciar los logros conseguidos por nuestros convecinos, sin tener que falsear para medrar, que adulterar la realidad para “vendernos” con mayor eficacia. Algunos creen que en las disputas del día a día sólo pueden desdecir para conquistar la razón, empuñando, si fuera necesario, navajas exquisitamente afiladas, cuando lo que pasa realmente es que no tenemos valor para hablar los unos con los otros; no poseemos valentía a la hora de ayudar sin pedir nada a cambio, valentía para saber perdonar, en lugar de odiar por odiar, y a causa del odio, ir formando una bola de pelo virulento y pendenciero que nos haga ver la existencia como una tormenta permanente, sin tregua. Supongo que hay que ambicionar cosas pequeñas para conseguir al menos algo de gran calidad, algo que le proporcione fortaleza a nuestros malogrados espíritus… ya que las cosas más importantes de la vida, nunca son cosas.
Alexandervortice30 de diciembre de 2012

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