Brisa que se vuelve torbellino o suspiro
hojas del camino que amortiguan mis pisadas
atardeceres pintados de rojo y gualda
y Cupido
que se unge de nostalgia
musitándome al oído
amorosas memorias de tiempos pasados
para que nunca se releguen
al olvido.
Nací en una alborada tuya, otoño,
llegué con tu primer rayo de luz vaída
y siempre he pensado
qué bella mas triste estación
para abrir los ojos
a la vida…
Mejor nacer en primavera
cuando la fatiga del invierno
con sus yermos despojos
es barrida por frescura y alegría …
O en verano, con su solana y su calima,
fruto maduro que ofrece
su dulce ambrosía
al sediento peregrino que lo bebe…
Pero quiso mi destino
que fuera alma por ti alentada
al iniciar mi camino
y he respirado de tu cielo
su vuelo y su calma,
y me han hechizado tus bosques
y tus aguas,
y te he venerado con mis silencios
y mis palabras …
mas no siempre,
no siempre …
Y ahora, superada la medianía,
me miro en el espejo
y contemplo
las huellas de un tiempo
que, al fin, me unen
por completo a ti.
Recorro con la yema de los dedos
las sendas que me vas marcando
preparándome para el invierno frío.
Aún hay brillo en mi mirada
y lozanía en mis mejillas
mas cierta atonía decadente
desdibuja su armonía.
Y es ahora que te siento
tan mío, tan cercano,
que ya no soy tu hija errante
que renegaba, a veces, de ti
sino hija que se halla a tu lado
y te ruega
que me enseñes a aceptarte
no solo en tu magia y tu ensueño
sino también como mensajero
de agonía y muerte,
Hermes de ese invierno que,
con suerte,
un día llegará a mí…
como siempre …
como siempre …
