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Caminos





A veces pensaste que fue una decisión acertada. Te sentiste orgulloso de haberla tomado. La mayoría, sin embargo, no fue así.

Deseaste una y mil veces, volver atrás y poder enmendar tus errores pasados, anhelaste sostener aquel rostro que dejaste ir, escupir esas palabras que enterraste en lo más profundo de tu alma, callar las que derrochaste para acabar no diciendo nada.

Escogiste un camino, y escogiste mal; y en el transcurso de las horas en que comenzabas a entenderlo, te fuiste adentrando, inexorablemente, en bifurcaciones erróneas. Las miserables extremidades de un tronco inseguro, impotente, indeciso, cobarde.

Y de cada uno de esos ramales nacieron problemas, desgracias, reveses. Y alguna que otra flor surgió, algunas tomaron la belleza de la vida y la madurez del tiempo, otras murieron sin apenas llegar a germinar.

Entregaste el merito de tu logros a los brazos del azar, y cargaste con la culpa del curso natural sobre tus hombros. Lo hiciste todo al revés. Cuando la mayoría de tus derrotas se debieron desde el comienzo, a que acabaron mucho antes de empezar. Casi todas tus frustradas sendas empezaban y acababan en tus pies inertes.

Y te consumía callar lo que te hubiera dado tiempo, pero continuabas callado. Y te lamentabas por decir lo que te alejaba de lo que querías, pero lo seguías diciendo. Y acariciabas el viento, que al igual que los demás, se iba como había llegado. A veces incluso, del mismo modo. Con un portazo.

Maldecías al cielo no poder volver atrás y escoger el camino adecuado. Implorabas de rodillas que hubiera un dios, sólo para poder decirle a la cara que no existe. Que no creías en él. Que no lo necesitabas. Pero rezabas al llegar de noche a casa, cuando oías pasos que te acosaban en la oscuridad. “Si hubiera ido por otra calle...”´-pensabas-, Y rezabas para encontrarla al abrir la puerta del salón- que tu mismo cerrabas al irte para al volver poder creerlo de nuevo-. Y de nuevo rezabas, para poder de nuevo volver atrás.



Escogiste un camino. Alguna vez. A veces fue bien y otras no. Pero la mayoría de las veces ni siquiera lo intentaste, no hiciste equipaje. Tenías la responsabilidad de tomar tus decisiones. Tenías la posibilidad de equivocarte, la oportunidad de aprender, la capacidad de rectificar, y el don de perdonarte. Tenías por encima de todo, el deber de ser feliz. La obligación de vivir tu vida.



Naturalmente.



¿A qué esperas?, ¡Camina!
Debenetash17 de abril de 2012

3 Comentarios

  • Teresina

    Todos en un momento u otro hemos escogido el camino equivocado, pero nunca hemos de dejar de buscar la felicidad aunque para ello debamos de equivocarnos un montón de veces. Me gusta mucho tu última frase ¿ A que esperas ? Camina. Un saludo para ti

    18/04/12 04:04

  • Debenetash

    Claro, equivocarse no es lo malo, lo malo es no equivocarse por no haberlo intentado. Muxas gracias por el comentario. Saludos.

    18/04/12 06:04

  • Lau927

    muy muy bueno

    17/03/13 09:03

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