El camino nace desde los más floridos álamos blancos, en un monte lleno de silencios cuando las hojas caen desde lo alto del cielo azul.
En un lugar de sensaciones, donde lo cotidiano se desvanece, y el futuro se pierde en su intimidad con el pasado.
Desborda lo único presente que fluye, animando realidades rígidas he inertes que cobran vida.
El camino, pronto se pierde en un destino, donde los sueños y la realidad se encuentren cerca de los ojos.
Pasos que nos llevan sin pies hacia una existencia no efímera, donde podamos ser auténticamente nosotros, y ningún deseo más.
Observar el mundo tan cerca, deja al pasado como viajero de tu espalda, un presente de hojas acariciando tu rostro, en un lugar, donde, a los álamos, no les importa el futuro, son solo álamos.
De pronto, un viento imprevisto, acaricia sus copas, bailan junto al caminante, disfrutando el camino, bajo un iluminado otoño, y un camino de bellísimos y floridos álamos blancos.
