Las constantes situaciones que están pasando, ponen al cerebro a trabajar noche y día, nos exigen fuerza y esperanzas pero cada prueba supera la otra.
Tenemos un bombardeo constante de un apocalipsis esperado, todas las informaciones apuntan al desastre y a salvarse quien pueda.
Las personas andan en un constante desasosiego, los países cuidando su economía mientras ven el caos de la pandemia reciente, sacan cuentas de cuanto les costará cortar con la cadena de contagio.
Se está llenando el vaso, se derraman lágrimas, el desespero es tan grande que unos juegan al bingo, si no te mata una cosa te mata otra y solo esperan la estocada final.
Hay una carrera contra el reloj, todos pendientes de los estragos del virus Covid, las redes sociales esta inundadas de fatalismos y de todo tipo de información veraz o de simples cuentos dignos para una película macabra.
No se ustedes pero yo estoy tras la barrera de contención de mis principios de sobrevivencia, de no estar pendiente de lo funesto y tomar las riendas de la prevención que es el meollo del asunto.
Virus, trampas del mercadeo, fenómenos naturales apareciendo en escena y las manipulaciones humanas de siempre es el pan de cada día, por eso apruebo y decido en mi vida ser responsable de lo tóxico o edificante que deje entrar como el desenlace final.
