Popularmente, sobre todo en tiempos de crisis, se nos anuncia que el optimismo es una gran opción, la mejor forma de reaccionar ante la adversidad y las polémicas. A quien no le han hecho el pulgar arriba y le han dicho oye amigo, piensa positivo. Incluso en la televisión nos hemos encontrado con campañas en que se anuncian los beneficios que puede brindar a la salud de nuestro corazón y nuestra piel, además de presentar al optimismo como un valor digno de ser heredado por las futuras generaciones. Claro, no te estreses, no te arrugues.
Definido por la psicología general, ser optimista es estar dispuesto a que sucedan cosas positivas en la vida, es esperar resultados favorable. Se dice que es un estado profundamente ligado al bienestar del cuerpo y la mente, y esto ha sido demostrado a través de innumerables estudios científicos (que pueden encontrar buscando en Google Académico).
Hay más de una clase de optimismo. En el año 1759, Voltaire escribió un cuento llamado Candido o El Optimismo, un controvertido cuento que presenta una de las primeras apariciones de este término en la literatura. En esta obra el autor nos presenta un optimismo falso, en que la ignorancia de los protagonistas los priva de la capacidad de ser objetivos en sus percepciones del mundo, privándolos también de su sensibilidad ante los hechos controversiales. Para Voltarie el optimismo resultaba una forma de pensar absurda, pues lleva a creer a las personas que todo está bien, aunque no lo esté, y aunque en lo sucesivo propuso nuevas líneas de pensamiento, nunca abandonó su punto.
En 1998, María Avia y Carmelo Vásquez publicaron un ensayo llamado El optimismo inteligente. Psicología de las emociones positivas, en el que se acotaba el término eliminando las concepciones negativas que consideraban al optimista como un ser iluso. El optimista inteligente es alguien que es capaz de ver la realidad y darse cuenta cuando algo no funciona, pero al mismo tiempo, tiene la capacidad de proponerse a si mismo o al resto acciones para mejorarla. Es una especie de cualidad de poder ver lo que habría de cambiarse sin por ello despreciar lo que funciona correctamente.
El optimismo puede ser adoptado como una filosofía de vida, así como lo hizo Helen Keller, una mujer que representa un icono de la superación personal, ya que quedando ciega y sorda a temprana edad, luchó contra la adversidad y terminó escribiendo libros y dando discursos sobre su historia. Graduada con honores de la universidad de Radcliffe, fue la primera persona sordo-ciega en obtener un título universitario. Les recomiendo que lean su libro autobiográfico llamado Optimismo en que demuestra su pasión por la vida.
En mi opinión, el optimismo puede ser usado (y está siendo usado) como excusa para no pensar, convirtiéndose en una de las peores plagas que la humanidad ha sufrido. He visto amigos cercanos y familiares engolosinarse con la dulce ignorancia, convirtiéndose en personas insensibles ante muchas de las cosas que suceden a su alrededor, todo tras la máscara de este falso optimismo que no hace más que dar una posición de comodidad y un estado de obediencia corderil. Creo que es importante que las personas sepan que existe una opción, que el optimismo debe ser usado en su justa medida como una herramienta de meditación y autoconciencia, que como todas las cosas en este mundo tiene su límite. El optimismo no debe contraponerse al pesimismo, no deben ser figuras antagónicas sino que dos caras de una misma moneda que representa el libre albedrío, que alimenta la opinión fundamentada.
Esto es una invitación a pensar, a criticar, a ser optimistas pero conscientes, inteligentes. Ayuden a sus amigos escritores, guíenlos, critíquenlos, quiéranlos y respétenlos.
K1