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Las Crónicas Del Ayer - Capítulo 1

Estaba oscuro.
Hasta que ella abrió los ojos.
Cuando se irguió, noto que su cabeza le daba vueltas y estaba sucia. Estaba lloviendo cenizas del cielo. Tenía jirones en su sencilla túnica marrón y empezó a sacudirse el polvo que la cubría.
Su antigua casa estaba destrozada. Las llamas crepitaban consumiendo lo que una vez fue una casa más de labradores de la tierra. Ahora no quedaba ni un muro de madera en pie. Una gran roca les alcanzó en plena noche.
Sus padres corrieron a ponerla a cubierto pero ellos no pudieron salvarse. No les vio después. Tenía frío y dolor en las heridas abiertas tras los jirones de ropa. Le escocía cada vez que un copo de ceniza le caía en alguna llaga de su cabeza.
Su pelo, antes rubio fulgurante y largo, estaba raido y en parte quemado.
El escozor iba en aumento y la sensación de soledad la abrumaba. La oprimía el pecho. Le impedía respirar. Tan solo quería llorar. Desvanecerse igual que sus padres y olvidar el dolor y la angustia que sentía en aquel momento.
Pasó mucho rato hasta que comprendió que su sitio no era aquel, si no volver al pueblo. Quizás allí no hubiera pasado nada y su anciano maestro de la escuela podría ayudarla a encontrar remedio a tal tragedia.
El bombardeo ocurrió en plena noche. La luna se oculto rápidamente y la tierra tembló. Fue el inició a un salvaje holocausto que acabo por precipitar rocas del tamaño de establos grandes sobre las casuchas donde los labradores y pastores vivían fuera de sus pueblos.
El volcán había despertado.
Mientras recordaba la historia que le enseñaron acerca de aquel volcán, se encontró una larga fila de caminantes heridos en procesión hacia el pueblo. Al verlos igual que ella, con harapos y heridas sangrantes, prefirió seguir recordando las palabras de su viejo maestro.
“Cuando el volcán despierte, nadie se salvará, pues es una señal de nuestro final”
- Nuestro final – musitó con voz trémula - Purgar nuestros pecados… Para siempre
Los caminantes que la rodeaban decían palabras similares. Todos sabían que vivirían lo justo para alcanzar la muerte tras el “estallido” del volcán.
El viejo maestro les decía que no era un final trágico, tan solo un paso más a otra vida. A otra manera de pensar y vivir.
Ella pensaba así. Todos pensaban así.
Todos caminaban hacia el volcán.
Era su último destino.
Keitaro25 de noviembre de 2011

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