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Mi Pequeña

Al verla temí que se rompiera en mil pedazos cuan muñeca de marfil, parecía tan frágil... Frente a mi, sobre sus delicadas piernas me miraba con esos abrasadores ojos verdes que parecían querer atravesarme. Su anguloso rostro enmarcaba sus finos labios carmesíes que ahora curvaba en una dulce sonrisa, entre tímida y atrevida que me hacia dudar de mi propia existencia. Ese tentador cuello, camino de perdición daba paso a sus desnudos hombros, hermosos e insinuantes a la luz de la luna. Con ese ligero vestido azul oscuro junto con la palidez de su piel casi me hicieron creer que era un ángel, una aparición mandada por los cielos para consolarme y no una persona lo que veían mis cansados ojos.
Ligera como el aire y con su gracia natural, se acercó despacio hasta mi lecho, sus pies desnudos apenas se dejaban oír en el frío suelo. Colocó su mano en mi arrugada mejilla y pude ver como una lágrima, contraria a los deseos de su dueña, surcaba su rostro. Me esforcé en atraparla y mientras se la mostraba no pude hacer mas que sonreír tristemente.
_ Esto... Esto es lo que no quiero pequeña.
_ Padre, no me dejes- sollozó la muchacha.
_ Jamás te dejare pequeña, siempre estaré contigo, pero ahora... vive ¡vive por mi!
La ventana, que había permanecido cerrada a cal y canto, se abrió de golpe y mi alma se escapo con el viento hacia la lejanía, hacia el brillar de las estrellas, hacia el no ser. Pero sabia que nunca llegaría al menos no totalmente, porque una parte de mi siempre se quedaría al lado de esa pequeña, a la que he visto nacer, crecer y hacerse toda un mujer.
Ketne04 de septiembre de 2008

1 Comentarios

  • Dama

    Qu? despedida m?s tierna y triste...un abrazo

    04/09/08 05:09

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