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Micro-historias de Olotilandia Cuatro

XXI

Tan obsesionado le traía la música eléctrica que no podía hacer otra cosa sino tocar todo el día, sin importarle la calidad, solo la dicha de tocar enormes cuerdas de instrumento oracular frente al psicodélico castillo de las bulliciosas duendes cautivas, pero en sus celos no tocaba nada.

Tañía de noche y de día una invisible melodía que era de papel de caramelo carmesí cocinado en el corazón. Plañidero de los recuerdos que se amontonaban en sus habitaciones vacías, donde los fuegos eternos solo quemaban razón.

Ardiente escorpión femenino, reflejo alejado de si mismo, se le estaba colando en el pulmón. Solo respiraba ardor enloquecido y caricia letal porque nunca sintió otra tan viva.


XXII

Aterrizó rápido el coleóptero sobre la flor diciendo :Respiro un revoltijo de envoltorios de poesía pura. ,Ay que me encontré un destello de ilusión !.

Luego se preguntó: ¿qué no hicieron los romanos que no baya hecho yo? .He volado de lado a lado perseguido por una desbandada de palomas desemplumadas, que se deshacían mientras lo hacían y de nuevo antiguamente quedaban las cosas por alcanzar. Hablar de los objetos de consistencia macrobiótica e inmaterial, aunque de eso ya hablaban los magos cuando no había el color:

inventar la sensación para provocar la carrera de estatuas cuando se deja de investigar.


XXIII

Es más fácil empezar que rellenar, más fácil sembrar crecer, más fácil que lo fácil lo difícil que no deja de ser complicado.

El cerebro es para frenar, yo me lo cambié por una chistera estrellada y ahora actúo para las flores, canto romances de aire y de sol, melancolías de tardes todo tipo de amaneceres que asomen en la tierra, porque en ellos esta lo nuevo sonando en los saxofones.


XXIV

Mientras Fullolet se merendaba su tostada con aceite y ajo, Pericot, que no sabia lo que hacer, seguía sin hacerlo y rara vez se lo preguntaba, porque sabe que no tiene respuesta.


XXV

El desorganizado duendecillo que no paraba de sal¬tar por allá, y que de vez en cuando surcaba el cielo sobre una bicicleta de fluidos estelares, se paró un momento en el aire, para recitar a quien no escuchase su poema particular:

Mi mar esta cerca y está alejado, flota en mi levi¬ta y a veces se derrama un poco de él en mi corbata. Mis piernas se mueven con prisa enfundadas en el añil que pintó una mirada del mismo color. Que lejos quedaron mis zapatos de largas puntas puntiagudas, como dos rojizos rayos de luna tapados por la arena.

Después el duende continuó su volátil paseo de no importa adonde se va.


XXVI

Desde el destrozado pavimento de la calle por don¬de circulaba el duende con su zapamóvil salió un horripilante monstruo de empalagosa mantequilla y le ensució el chaqué. En su rabieta el duendecillo lanzó males de ojo y dientes de león a la viscosa maldición que amenazaba el limpio brillo de su zapato.


XXVII

Estaba Pericot hablando con su almohada, la almoha¬da le decía: ¿por qué no paras de decir tonterías?; y el duendecillo abarrotado por una vida que no le correspondía, seguía dale que dale, dándole a la charla y a la máquina de pensar.


XXVIII

La duende de la nieve y la montaña que estaba ena¬morada desde todos los ángulos, atravesaba el bosque, como tenía por costumbre, flotando por encima de las hierbas tecnicolores. El aire la empujaba lentamente como a un globo humano relleno de dulces líquidos de leves tonos que la embellecían hasta la santidad.

Cuando salió del bosque por una casualidad más del viento, las montañas desperdigadas se amontonaron de nuevo formando una gran sonrisa sobre el horizonte que se comía al sol; y es que hacia reír verla inútil haciéndose vestidos con hilos de telaraña abandonada.


XXIX

De nuevo rosa pequeña, rompiendo el tiempo con las espinas"...Con un color dulce Agapit abandona las esferas, bajo el agua rodeado de burbujas busca tranquilidad porque tiene la extraña sensación de que le están saliendo antenas y empieza a navegar en la maternidad. Que monstruos tan voraces le persiguen y no lo dejan dormir, mientras se acerca a un proceso revolucionario donde van a rodar muchas ideas, le da miedo lo que tiene que facer: escritor turnado.


XXX

El duendecillo enfurecido por el oscuro fuego que emanaba de la enervante boca de un monstruo sincero, apagó su sed violenta absorbiendo un mar de besos.
Marcel06 de noviembre de 2015

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