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Micro-historias de Olotilandia Uno

Micro-historias de Olotilandia
Marcel•lí Miret
marcelinosi@yahoo.es http://webs.xadica.cat/quixotcatala


NOTA - Son cuentos simbólicos, sin estructura narrativa, son poemas y prosa poética, los duendes son reales, de hecho todo es real, es la literatura quién los hace imaginarios. Los publicaré poco a poco, gracias

I

El duende intentaba inútilmente entrar en la 1una que se abría como un sueño para sus chispas o como una curiosidad para sus juegos. Intentaba inútilmente encaramado sobre una hoja de maría, llegar hasta la luna que colgaba como un dulce lejos de su alcance.

Intentaba inútilmente encaramado sobre una silla, una escoba, un bolígrafo, una rueda de bicicleta y una piña, llegar hasta la luna que oscilaba en el porvenir

Intentaba, encaramado sobre una colina, llegar hasta la luna, intentándolo con una escalera de pintor, una cocina, una vara de hada y el consejo de un ser superior, llegar hasta la luna, que allí colgada estaba, como despistada entre las estrellas.

Lo intentó con un ascensor, un avión, un cohete y bólido. Se encaramó hacia el cielo y no llegó. Lo intentó también de día deslumbrado por los deslumbrantes rayos del sol.

Buscó la más alta de las montañas y la bajó con desilusión; volvió a pedir el consejo que le dieron secreto los druidas.

Llegó con una gran sonrisa hasta un prado y empezó a saltar superando pronto las copas de los árboles, al rebotar rozó las nubes con la cabeza. Al volver a hacerlo dejó las nubes muy por debajo, y desde allí vio el bosque muy pequeño, como una estrella verde pintada por algún artista loco sobre la tierra.




Vio desde lo alto los azules mares, los blancos hielos y los amarilleados desiertos. La tierra es una luna de colores, y seguía bajando y ascendiendo, y ascendiendo y bajando, y eso no se acababa nunca, y vio las estrellas y los meteoritos, y el polvo espacial brillando entre todos los brillos sobre el terciopelo azul de la noche eterna, y vio como la tierra empequeñecía y volvía a crecer, y cada vez estaba más lejos da la tierra, y su salto se alargaba y dejaba atrás la luna a la que había estado intentando llegar.

Como no podía dominar su salto dejó de rebotar y volvió a su bosque, donde durmió sobre un colchón de flores y tuvo un sueño aturdidor, en el que los objetos flotaban: Guitarras autónomas y seres engomados lo invitaban a fumar, mientras unas sonrisas que eran dibujos de lápiz se incrustaban en su barretina de duende catalán.

Despertó bajo el brillo de la luna que tan inútilmente como fruto de la belleza imaginada estaba allí y se la quedó mirando, se repartieron ignorancia mutua complicada con la transparencia del aire, y el duende se encaramó sobre un autobús.

Micro-historias de Olotilandia
Marcel•lí Miret
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Marcel28 de octubre de 2015

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