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Relato de Recuerdos Frívolos (2/3)

Cicatrices, cicatrices de todos los colores: amarillas, púrpuras, anaranjadas, verdes y rojas, todas se encontraban dispersas al azar por todo su cuerpo, la espalda, su abdomen, su tórax, sus senos.

Arañazos escritos con todas las letras posibles: cursiva, comic san, time news roman, arial, negritas. Mordiscos oscuros que se escondían de entre sus muslos; dedos marcados que brotaban instantáneamente de su cuello.

Eran extrañas formas que solamente yo podía observar. Pasaban los segundos mientras ella caminaba hacia mí, podía observar como cambiaban de color. Y de pronto, de entre las paredes surgieron rostros, manos, pies, gemidos, gritos, silencios. El frío de la habitación se volvió irrelevante mientras mis ojos observaban aquel monstruoso retrato.

- Se nota que vives en la soledad perpetua.

Ella se detuvo

- Me compadezco de ti, y compadezco al hombre que se enamoró de tus labios y se fue siguiendo al viendo, y te dejó amarrada a este presente tortuoso
- ¿Lo supiste?
- Siempre lo supuse, creo que era cuestión de minutos para que te lo dijera
- ¿Y qué harás? ¿Irte? ¿Darme la espalda e irte por esa puerta como los demás, dejarte llevar por tu cobardía y terminar con este encuentro en un “hasta luego”?
- No estoy encadenado a tu existencia, así que sería libre de hacerlo
- Lo eres, eres libre de irte, eres libre de desechar este momento, y borrarlo de tu consciencia, desdibujarlo y hacer de que nunca pasó.

Ella se arrodilló, tomó su ropa íntima y empezó a ponérsela de nuevo.

- Estás impregnada (le dije)

Ella, empezó a llorar amargamente

- ¿Y tú crees que yo no me he dado cuenta? Tú crees que no me aborrezco cada vez que me miro al espejo y veo esta mirada? ¿Crees que no maldigo cada momento en donde soy yo la única que se aferra a esta maldita habitación? Me odio como no tienes idea, odio estas paredes, odio esta soledad que se resquebraja cada vez más y se adhiere poco a poco a las páginas de mi inútil libro de vida. Cada momento que pasa y volteo a ver en lo que he convertido mi imagen, aparece esta mugrienta cama, este maldito momento, este estúpido bochorno que lleva nombre de eyaculación y se queda impregnada con la tinta del “chao, me voy”. Y ya, quedo yo nuevamente acá, arrastrada en el piso de la descomunal miseria humana
- ¿Pero quién soy yo para juzgarte? No soy más que un forastero dentro del bosque perdido en donde tú eres dueña y señora del suelo, de los árboles, de las flores que en él hay
- Un bosque iracundo en donde los árboles se marchitan en verano y se mantienen secos durante el invierno también.

Nuevamente los dos quedamos en silencio

- Estás tan llena de historia (le dije)
- Mis historias siempre se basaron en relatos que duraron media hora de besos y caricias falsas, de gemidos y posiciones sexuales que se fueron destapando de entre un cierre y los botones de un pantalón
- Quizás, pero eres tan humana y hermosa como nadie más pudo haberse imaginado

Ella tapó su rostro con su cabello negro, y nuevamente emprendió en llanto
Nigth1408 de septiembre de 2012

2 Comentarios

  • Elmalevolico

    Creo que todas las personas llevamos tatuadas esas historias y de la misma forma no podemos vernos en el espejo. La diferencia es que no son visibles, pero están sepultadas en nuestra memoria y regresan en los momentos más inoportunos...

    Espero la siguiente parte...

    Saludos...

    09/09/12 01:09

  • Nigth14

    pues muy bien dicho, creo que todos somos tan vulnerables a nuestro pasado y a nuestros recuerdos que nos volvemos completamente seres densos cargados de historias.

    saludos muchas gracias por leerme

    10/09/12 11:09

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