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El Consejo Del Rabino

(Adaptación de un antiguo cuento ucraniano)

¡Josef no puede más!
Ha pedido consejo a casi todos sus familiares y amigos, sin obtener una respuesta que le satisfaga.
Apenas amanece, se dirige a casa del rabino para pedirle consejo. «Quizá él, profundo conocedor del Talmud, pueda darme un consejo que termine con mis problemas», se dice Josef esperanzado.
Apenas ha dado dos golpes en la puerta, aparece el rabino con rostro cansado…
––¿Qué sucede Josef? ––pregunta el religioso, sin ocultar su disgusto por haber sido despertado tan temprano.
––Te ruego me perdones por haberte molestado, pero no puedo soportar más la situación ––confiesa Josef con voz temblorosa––. Desde hace algún tiempo, me resulta imposible vivir en mi casa. Somos diez de familia y, sinceramente, la situación se ha vuelto insoportable. Mi casa, como bien sabes, no es muy grande y apenas podemos movernos sin tropezar los unos con los otros. ¿Qué me puedes aconsejar?
El rabino observa las profundas ojeras de Josef, muestra inequívoca de su falta de descanso. Después, invitando al recién llegado a sentarse, el religioso hojea el Talmud en busca de respuesta.
––¡Veamos! ––exclama el rabino, mientras parece leer un pasaje del libro sagrado–– ¿Tienes vaca?
¡Sí! ––contesta Josef con rapidez––. Una tengo que da bastante leche, además de regalarme un ternero cada año.
––Según el Talmud ––dice el rabino–– debes meter al animal en casa.
Extrañado por el consejo, pero confiando ciegamente en el rabino, Josef mete la vaca en casa. El animal, inquieto por el cambio de hogar, no deja de moverse por la sala y la cocina, dejando numerosas muestras de su actividad defecadora por doquier.
––¡Rabino! ––Josef exclama––. Antes vivíamos apretados e incómodos, pero con la vaca en casa, apenas podemos movernos. ¡La situación sigue siendo insoportable!
––¿Tienes ovejas? ––pregunta el rabino, leyendo otro pasaje del Talmud.
––¡Sí! ––contesta Josef––. Cinco tengo que nos proporcionan leche y abundante lana, además de algún cordero para la celebración de la Pascua.
––¡Mételas en casa! ––ordena el rabino, cerrando el Talmud.
Las ovejas y la vaca, ahora recorriendo la casa, apenas dejan espacio para moverse…
––¡Rabino! ––Josef, sigue mostrando profundas ojeras por la falta de descanso––. Si bien no dudo de la sabiduría del Talmud, ahora apenas podemos movernos y la suciedad de los animales hace irrespirable el aire de nuestro hogar.
El rabino, consultando de nuevo el Talmud, pregunta:
––¿Tienes gallinas?
––Ocho tengo que buenas ponedoras son ––contesta Josef.
––¡Mételas en casa, también! ––el rabino cierra el Talmud, después de hacer una ligera reverencia.
Apenas han pasado dos días, cuando Josef llama de nuevo a la puerta del rabino…
––De nuevo te pido perdón por las molestias, pero después de meter las gallinas en casa, la situación se ha hecho mucho más insoportable… ¡No aguanto más, rabino!
El religioso, tomando el libro sagrado de la estantería, lee con detenimiento una de su amarillentas páginas...
––Saca la vaca de casa y vuelve a instalarla en su cuadra ––el rabino cierra el Talmud.
Han transcurrido apenas cinco días, cuando Josef llama de nuevo a la puerta del rabino…
––¡Mucho mejor que antes, rabino! ––exclama con rostro sonriente Josef––Desde que la vaca está en su cuadra, vivimos mucho más cómodos y la situación ha dejado de ser tan insoportable.
––¡Bien! ––exclama el rabino––. Saca las ovejas de casa para su cuadra y, pasados unos días, ven de nuevo a visitarme.
Una semana después, regresa Josef a la casa del rabino…
––¿Cómo está la situación? ––pregunta el religioso, al abrir la puerta.
––¡Mucho mejor, rabino! Ahora puedo dormir y mi hogar me parece mucho más confortable… ¡No sabes cómo agradezco tus sabios consejos!
––Ahora, amigo Josef, deberás sacar de tu casa a las gallinas para su antiguo corral ––el rabino ha cerrado el Talmud con reverencia––. Cuando vayas a la Sinagoga, este sábado, me comentarás cómo está la situación… ¿De acuerdo?
Josef, como cada sábado, acude a la vieja Sinagoga, para los oficios religiosos… A la salida, cuando se despide del rabino en las escaleras, éste le pregunta:
––¿Cómo te encuentras, después de haber sacado a todos los animales de tu casa?
Josef, con una abierta sonrisa que demuestra su felicidad, le contesta:
––Gracias doy al Dios de Abraham por haber inspirado el sagrado Talmud. También te doy gracias a ti, rabino, por haberme dado tan sabios consejos. ¡Realmente, nunca he estado tan a gusto en mi hogar!

© 2010 – Fernando J. M. Domínguez González
Canteiro16 de mayo de 2010

3 Comentarios

  • Grekosay

    Saludos:
    Que la sabiduría del Talmud nos permita entender en profundidad el gran fracaso de una humanidad doliente. Shalom

    16/05/10 05:05

  • Canteiro

    Gracias por tu comentario, Grekosay.
    Que la sabiduría, venga de donde venga, nos permita vivir como seres solidarios.
    Canteiro

    16/05/10 07:05

  • Serge

    Fernando o Canteiro
    Amigo esa parábola me encanto, nuestro hogar es nuestro espacio interno y los animales son el ego.
    Hay que dar gracias al ser que nos ha brindado su sabiduria a través del Talmud.

    Un gusto leerte.

    Sergio.

    27/05/10 09:05

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