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Llora Cielo, Haznos Felices, Llora

La lluvía que cayó durante casi una semana, había dejado su marca en el poblado.
charcos estancados en irregularidades del suelo, servían de criaderos para alimañas, las plagas ponzoñosas se cultivaban en ese caldo de sustrato biológico reactivado por la humedad; de él emergerían ranas, bichos; y terminarían plagando cada uno de los hogares barrosos y austeros.
El aroma del viento, denso, saturado de humedad se mezclaba con el liquen neoformado. Los calles de tierra árida y firme, se habían convertido en hoscos senderos de barro alquitranado, albergaban escombros cetrinos que había arrastrado el agua hacía las pulcras calles, y los tentáculos verde-palido de maleza habían crecido en interrumpidas porciones, tanto en las calles como en los patios de las casas.
La algarabía de la lluvia había alcanzado hasta a los párvulos, muchos de ellos, debido a su corta edad, nunca habían visto caer agua del cielo. Rebozaban alegría al abrir sus bocas bebiendo directamente de las nubes, jugaban felices a chapotearse descalzos en los charcos, jugando a lanzarse bólidos de lodo y, cuando se cansaban, moldeaban el suelo enlodado para hacer casitas, colocaban trozos de rama y piedras adornando sus pueriles tartas de barro; Pablito incluso lamió un poco del pastelito de lodo de Rebequita, de tan apetitoso que se veía. Muchos de ellos, Recordarían ese momento, y lo contarían a sus nietos.

Pero sin duda alguna. Los más agraciados por la tempestad, eran los agricultores. Antes del glorioso chubasco; las cosechas se perdían por la inclemencia del sol y la infertilidad de la tierra necrótica y tostada. Pero ahora. Revitalizado el suelo agrietado, en una sólida base humectada de vida; habían surgido infinitos brotes verdes y rojizos, la vegetación bienhechora se levantaba nuevamente. Y el excedente cristalino, era vertido en contenedores gigantes que servirían para mantener vivo el milagro hasta la cosecha.

Cuando el sol se ocultaba y la cortina de penumbra cubría el poblado; en los hogares de los jornaleros, específicamente en la exclusividad de sus alcobas, la pasión desenfrenada motivada por el gorgoteo del caer acuático, incitaba la cópula; como si la fertilidad del agua invadiera también el claustro uterino y la semilla del varón cosquilleara a éste para salir y fertilizar a su hembra.
9 meses después de la tempestad milagrosa, la más alta tasa de natalidad se registró en el pueblo, prácticamente la totalidad de las mujeres fértiles, albergaban en su claustro materno, el producto del amor secundario al idilio fugaz que representó ese diluvio inesperado. Nueve meses después, durante una junta de puérperas, habían recordado la mística noche en que Pedrito, Juanito, Estelita, Rigobertito, y un larguísimo etcétera habían sido fecundados y albergados en su vientre gestándose alegres. -La generación de la lluvia milagrosa. Los ungidos del generoso porvenir-
Antes del diluvio; cuentan los que tuvieron la fortuna de estar presentes, mirando el impoluto cielo gris azulado. Se fragmentaron sin aviso previo, densos nubarrones, que transmutaron de blanco pálido a violeta, pasando por una amplia gama de azules y morados, hasta ser completamente negros; Como manchas algodonosas de oscuro alquitrán que, en cuestión de minutos se esparcieron en el cielo cubriendo la totalidad del poblado. Largos y sinuosos relámpagos iluminaban parcialmente la oscuridad absoluta que había sumido al ejido; acompañados del estentóreo rugir que les daba origen entre las nubes púrpuras, y que paradójicamente se escuchaba varios segundos después de lo que se observaba el rayo, debido a la disparidad de la luz y el sonido y; muchos minutos después, el agua fragmentada tomaba presencia por primera vez y para siempre. Temiendo el apocalipsis abrahamanico, se persignaron. Pero el susto duró poco cuando la fertilidad de la tierra, de sus cuerpos y la alegría de los niños reinaron el poblado como nunca antes.
Todos los días, fueron de fiesta. Sacrificaron varios animales; enjutos y miserables, pero oh!, que sabrosa era su carne. Que sabroso comer en familia cuando la lluvia golpea las ventanas jugueteando con los hogares de la gente. Brindando felicidad con el clap clap de su caída. La caridad de Dios acarició al poblado siete días. Y, siete días la iglesia se abarrotaba y se saturaba de cánticos amorosos y ofrendas espirituales. Demos gracias al señor, que compensa nuestra sumisión y rezo después de 20 años de infertilidad y árida miseria. Demos gracias al Señor por resucitar las tierras y llenarlas de vida nuevamente.
CIELO, LLORA, CIELO HAZNOS FELICES Y LLORA.
Hellraiser04 de agosto de 2013

5 Comentarios

  • Jasmin23

    Disfrutar de la lluvia y un recuerdo lindo

    05/08/13 03:08

  • Neogrekosay2012

    Cuánta vida en tu texto, y qué bien descrita. Un gran saludo.

    05/08/13 09:08

  • Danae

    Un texto muy, muy denso en imágenes. Si fuera un cuadro creo que no habría ni un solo espacio en blanco.
    Me ha gustado mucho leerlo.
    Un gran abrazo.

    08/08/13 09:08

  • Hellraiser

    muchas gracias. que amables :)

    12/08/13 06:08

  • Hellraiser

    saludos colegas

    12/08/13 06:08

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